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Recibir llamadas sin aviso previo por whatsapp: por qué el “malestar” creció en pandemia

Sobresalto. Luego, fastidio. La mesa comenzó a vibrar y el lomo del celular se mueve a saltitos. No puede ser la jefa, que ya llamó a eso de las 9 y recién –pero recién- comienza la hora de enfocarse, esa frágil ventanita anti-procrastinación en la que hay que ignorar las notificaciones y las quince pestañas abiertas en el explorador de la computadora.

No por nada la pantalla tiene que estar boca abajo. “Zzzz-zzzz-zzzz”, sigue sonando. “Zzzz-zzzz-zzzz”, ¿se atiende? “Zzzz-zzzz-zzzz”: es imposible seguir pensando. La mano se mueve por inercia hasta girar el teléfono y ver el ícono del telefonito verde. Lo cierto es que puede ser papá o la abuela. ¿Y si necesitan algo? También, puede ser por lo del curriculum. ¿Y si es de la oficina de nuevo?

Un celular suena 15 segundos antes de mandar al buzón de voz. Es un cuarto de minuto que, atendamos o no, alcanza para que suspiremos con hastío por el mero hecho de la interrupción. Nos saca del presente a la vez que nos lo recuerda.

No es que sea demasiado tiempo: 15 segundos es lo que dura una historia de Instagram y si una persona pasó en esa red social solo 40 minutos diarios, pudo ver unas 164 historias. Claro, que en Argentina habría que multiplicar eso casi por cuatro. El uso de redes sociales es en promedio de 2 horas y media.

Los llamados sin previo aviso pueden ser molestos cuando se está haciendo otra actividad. Foto Mario Quinteros

Podemos no atender, pero después tendremos que revisar quién llamó. Si es por WhatsApp, va a sonar por casi 30 segundos: un infierno de tiempo que obliga, al menos, a rechazar. Y aparte contestar es la excusa perfecta para desviar la atención, más aún cuando podremos responsabilizar al que nos interrumpió: “Me asustaste, mamá. Me hubieras escrito un mensaje de texto antes para avisarme. Me llamaste directo y pensé que era una emergencia”.

La actriz y productora Naty Maldini (35) lo definió de manera taxativa en su cuenta de Twitter: “Llamar por teléfono a alguien que no sabe que tenés su teléfono es una falta de respeto. Llamar por teléfono a alguien que no sabe que tenés su teléfono desde un ‘número desconocido’, directamente debería ser delito”. Decenas de usuarios se sumaron al debate con el correr de los minutos.

“Esa semana había recibido varias llamadas por día de partidos políticos, de promociones para cambiar de empresa telefónica y de encuestas”, cuenta a Clarín Maldini y sigue: “Fue como un momento de saturación, porque yo no estaba interesada en recibir ninguno de los llamados que recibí ese día”.

¿Hay reglas? ¿Hay que mandar un texto antes de llamar?

Consultados por este diario, varias personas sugirieron que sí. “Hoy estamos más disponibles que antes, con el celular siempre al lado. Ya es parte de nosotros. Por eso creo que queremos tener más control sobre quién va a llamarnos”, dice Melisa y agrega que si recibe un llamado imprevisto infiere que “hay algo urgente”. “Me genera estrés porque entiendo que puede ser algo importante y que requerirá una respuesta urgente”, dice.

Llamar por teléfono a alguien que no sabe que tenés su teléfono es una falta de respeto.

— Naty Maldini (@MaldiniNaty) November 3, 2021

El mismo efecto causan en algunos los mensajes de voz. Nunca más me vuelvas a enviar un audio”, respondió enfurecido un colega al que Nahuel de Villa Devoto le habló para contarle rápidamente en lo que estaba trabajando. “Me sorprendió porque le molestó incluso sabiendo que estaba caminando en la calle sin tiempo de detenerme a escribir”, reflexiona.

Para Maldini, creadora de “Natalia lo destruye todo”, es fundamental que “si vas a llamar por teléfono a una persona desconocida, antes le preguntes si la podés llamar o le ofrezcas la posibilidad de hablar por audios”, opina. “Esa cuestión de presentarse antes me parece básica en la actualidad. Entiendo que haya muchas personas que trabajen de eso, pero me parece molesto y hasta a veces me da miedo, cuando tienen información personal”.

“No es que estoy en contra del teléfono, pero me parece que hoy en día avanzamos hacia un lugar en el que hay ciertas reglas de convivencia que podemos tener en cuenta. Hablar por teléfono se volvió más como de una esfera íntima”. ¿Por qué vas a llamar, si podés comunicarte por mail, mensajes y de tantos otros modos?

El audio tampoco es lo mismo

Pablo Rodríguez, profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Conicet, pide detenerse en dos cambios históricos del acto de charlar: “La aparición de los teléfonos –los que estaban enchufados a una pared- representó el primer cambio en la manera de hablar. Era el reemplazo de una charla en persona a una donde lo único que cambiaba era el hecho de no compartir el espacio. Pero ahora con el audio de WhatsApp, no solo se desliga el espacio sino el tiempo en la comunicación”.

Muchos prefieren comunicarse exclusivamente por texto o audio de WhatsApp antes que por llamadas. Foto Shutterstock

“Una charla sincrónica supone justamente que las dos personas están sincronizando, están una hablando, la otra respondiendo y están entregando ambas la misma cantidad de tiempo, mientras que en el caso de mandarse audios lo que tenemos es más bien una charla telefónica diferida, que no es exactamente una charla, porque los tiempos son diferentes, cada uno controla en qué momento manda o escucha un audio”, explica a Clarín.

En esta forma de hablar, el tiempo ya no es común, resalta Rodríguez, y recuerda que el filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi, define que en la actualidad se vive el tiempo “como un conjunto de células fragmentarias y recombinantes”. Las funciones de escuchar de forma acelerada o pausar los audios vuelven al acto de comunicación una actividad en el que el tiempo es algo muy difuso.

El audio de voz no es más ni menos “intrusivo” que la charla telefónica en sí, reflexiona Rodríguez. “Lo que han cambiado son las condiciones de la intimidad, privacidad o publicidad. La charla telefónica ‘vieja’ puede ser más intrusiva para los modos de consumo que tenemos ahora, pero definir qué es intrusivo o no es complicado porque lo que cambia o no es la administración del tiempo”.

“Creo que tenemos que pensar cómo cambió todo con la pandemia”, propone el profesor e indica que el Covid-19 “hizo que haya que generarse una propia intimidad dentro de la casa, porque el espacio de la casa dejó de ser privado”. “Pensando en el ecosistema de los medios, ahí la llamada sí es más intrusiva, porque cambiaron las condiciones de consumo: porque el celular y el WhatsApp se transformaron en los nuevos espacios de intimidad”.

Freaks del control

Actualmente un 73% de las personas prefiere comunicarse a través de mensajes de texto o audios antes que hablar por teléfono, arrojó una encuesta que hizo el investigador Santiago Bilinkis, especializado en tecnología, para una columna de radio. La razón, esboza en su libro “Guía para sobrevivir el presente”, es que “el entorno que ofrecen plataformas como WhatsApp requiere menos compromiso afectivo y nos brinda un entorno más controlado”.

Como son asincrónicas, “las redes nos ofrecen ese ámbito más predecible” en el que si enviamos “algo inadecuado” o nos arrepentimos de lo que dijimos “es posible borrar el mensaje, generalmente antes de que haya sido recibido”. En cambio, en una llamada “no se puede editar o borrar” lo que dijimos.

¿Contestar o rechazar? El celular nos expone a recibir llamados en cualquier momento. Foto Mario Quinteros

Es más parecida a la charla sin mediaciones: “La vida cara a cara es mucho más desprolija que la relación curada que establecemos a través de las redes y de manera remota. La espontaneidad nos quita control y nos dificulta impostar lo que pensamos o sentimos”. No se puede clavar el visto, “esquivar el requisito de dar una respuesta genuina” mediante un emoji o bloquear al otro.

“La distancia emocional que genera esta comunicación mediatizada actúa como barrera de protección y nos hace sentir más seguros y cómodos”, apunta. “El precio de esa seguridad es que, cuando llega el momento de verse en persona, seamos menos capaces de establecer conexión e intimidad: en la misma encuesta 7 de cada 10 personas siente que sus amigos le prestan más atención a lo que pasa en las redes que a lo que ocurre en el momento y lugar donde están”.

Más tiempo para pensar

La investigadora y docente de la UBA Ingrid Sarchman, especialista en las relaciones entre tecnología, sociedad y producciones artísticas, explicó a Clarín que “la comunicación contemporánea es una preeminentemente mediada por dispositivos tecnológicos”. Entre ellos se encuentra el teléfono: “O, mejor dicho, un tipo de aparato que te permite hacer muchas cosas en simultáneo”.

En ese sentido, recordó que hasta la ergonomía cambió: “El tubo de agarre, un auricular, un micrófono junto con un teclado evidente y accesible, invitaban a un modo de uso. El aplanamiento de la forma junto con una superficie que es pura pantalla, colabora con esta modalidad. Notemos que cada vez más la palabra teléfono es reemplazada por la de ‘celular’”.

“La mensajería es solidaria” con esta forma contemporánea de hablar, sigue. “Así, mientras contestás un mensaje podés responder a un tercero, mirar una película, escuchar música o incluso leer un libro”.

En ese contexto, la conversación por audios de voz “implicaría abandonar ese medioambiente de atención múltiple”, pero no necesariamente menor “espontaneidad”. “Tal vez se pierdan algunos elementos que tenían que ver con la oralidad, los actos fallidos, las risas, pero se ganan otros que tienen que ver con la posibilidad de la reflexión (al mediar el espacio entre pregunta o respuesta) o la posibilidad de agregar otros elementos como imágenes, sonidos, etcétera”.

“Yo no creo que ‘todo tiempo pasado haya sido mejor’, sino distinto. En todo caso, me preguntaría por qué la conexión 24/7 genera tanto malestar mientras no se la puede dejar de practicar”, opinó y agregó que en la la llamada telefónica la cuestión de “la intromisión (o no) es relativa, porque se relaciona con el modo de uso. El acceso a todo y al mismo tiempo atenta desde el comienzo contra la idea de concentración. Yo creo que la pregunta, en todo caso, es anterior: ¿acaso en nuestras sociedades conectadas 24/7 existe la posibilidad de una concentración total y absoluta en una sola tarea a la vez?”

MG

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