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Fernando Samalea: el baterista de Charly García y Gustavo Cerati muestra toda la intimidad del rock

Cuando el reloj da puntualmente las 17, Fernando Samalea llega con su moto de alta cilindrada al bar de Conde y Federico Lacroze. Hombre respetuoso del tiempo (y del tempo, por algo es desde hace más de 30 años baterista de Charly García y lo fue de los últimos discos y giras de Gustavo Cerati), Samalea es un artista inabarcable.

Y no sólo por sus trabajos detrás de los parches (desde el álbum y el tour más exitoso de Joaquín Sabina, el de 19 días y 500 noches que Samalea grabó, pasando por el fenómeno francés Benjamin Biolay, los Illya Kuriacki y muchísimos más).

Lo es también por su labores como compositor y bandoneonista (tiene 11 discos como solista), escritor –una trilogía muy bien narrada de su historia en el rock y sus viajes por el mundo, con títulos cómo Qué es un longplay, Mientras otros duermen y Nunca es demasiado– y ahora también fotógrafo.

Bandoneón, vinilos y libros. Pasiones de Fernando Samalea, un músico con muchísimas facetas. Foto Martín Bonetto

Porque la excusa de esta charla con Sama -como lo empieza a llamar todo el que habla con él por más de cinco minutos- es la salida de Memorias en cámara rápida, un lujosísimo libro de fotografías que registra su paso por shows, camarines, salas de ensayo y demás lugares que lo tuvieron, a la vez, como protagonista y testigo privilegiado.

Aquí están, estos son

Allí pueden verse a los más grandes personajes del rock argentino sudados, con el maquillaje corrido, sin impostación, seguros de sí mismos porque las fotos las toma un par y no el enemigo, tal el apodo con que los rockeros suelen definir jocosamente a la prensa.

María Gabriela Epumer y Charly García, en “Memorias en cámara rápida”, el libro de Fernando Samalea.

Andrés Calamaro tocando la batería en el Roxy con Alejandro Medina en el bajo, Charly García y su banda (con el propio Fernando Samalea) vestidos de mujer, Gustavo Cerati probando sus pedales en cualquier escenario latinoamericano.

María Gabriela Epumer, el Zorrito Von Quintiero e Hilda Lizarazu celebrando en camarines la presentación de un disco; Emmanuel Horvilleur y Dante Spinetta -los Illya Kuriacki- en una desopilante producción semidesnudos en algún hotel preconcierto. Y Luis Alberto Spinetta. Y Willy Crook. Y Daniel Melingo.

Todo eso y mucho más puede encontrarse en Memorias en cámara rápida, sumado a algunos textos que Samalea aporta con ingenio y memoria prodigiosa.

Sofía Medrano, Gustavo Cerati y Leandro Fresco, retratados en camarines por Fernando Samalea.

Una ventana para ver

“Antes que nada, aclaro que no soy un fotógrafo profesional -expresa humilde Sama en el bar Conde, inaugurado en 1902 y que conserva los rasgos de esos bares de antaño, tanto que al baterista se le ocurre pedir ‘alguna de esas gaseosas históricas, no sé, una Cunnington'”-.

“Pero dado el contexto histórico que me tocó y el ver toda esa suerte de obra de teatro plasmada en imágenes, las personas involucradas son todo. Entonces, el libro de fotos pasó a ser una especie de ventana para ver desde adentro esas situaciones distendidas en clubes, grabaciones o zapadas, en las que no había fotógrafos profesionales y sólo estábamos nosotros tocando o grabando”.

Hilda Lizarazu, post show, en la lente de Fernando Samalea, para su libro de fotos “Memorias en cámara rápida”.

Y sigue: “Lo paradójico es que esos negativos que yo mismo revelaba quedaron durante años en bolsas de nylon. Es decir, el tratamiento absolutamente antagónico al que le daría un profesional. Y sobrevivieron a un escaneo digital”.

“A partir de allí, los fotógrafos Nora Lezano y Marcelo Capotosti me ayudaron a mejorar cosas para que sean más publicables”. La edición, en papel ilustración italiano, es de la editorial Vademécum-RGS y claramente no está pensada para ganar plata.

Amor a la vida

Fito Páez, Matías Mango, Fernando Kabusacki, el Mono Fontana y Samalea, en la Munich, por ponerle música a Metrópolis, filme de Fritz Lang..

“Todo se resume de una manera muy cursi -explica Sama sobre su manera de ser y de actuar-: amor a la vida. Hago estas cosas con cierto romanticismo que me parece crucial. Es simplemente amor y cariño a un tiempo que si uno no lo deja plasmado, quedan recuerdos más desordenados”.

“Si le ponés un poco de mitología y humor, sé que a muchos chicos les gusta leerlos y transportarse a un tiempo que por ahí no vivieron. Y no quería que fuera caro, para que los chicos lo pudieran comprar”.

“Se trata de intentar que interese y que dentro de 20 o 30 años alguien pueda ver o leer esos relatos de la misma forma que yo leo los relatos de patafísica o el dadaísmo que también me apasionan. O la Historia del tango, de Horacio Ferrer, que perpetua esa bohemia de veinteañeros con grababan en Nueva York, tan parecida al rock”.

La fotógrafa de rock Nora Lezano, con Fernando Nalé, replicado en un espejo, retratados por Fernando Samalea.

Una historia de 20 años

El libro va de 1990 a 2010 y cuenta Samalea que no tuvo que dejar afuera imágenes por impropias, que apenas consultó con los Kuriacki si querían que publicara las imágenes de sus semidesnudos. Pero que dada la ironía que había en ellas coincidieron en que sí.

También asegura tener muy bien registrados los años siguientes a 2010, y en el que figuran sus giras internacionales con Sabina y Biolay, más la de su banda Los gauchos eléctricos por Brasil y los Estados Unidos. “Si me doy manija, puedo hacerlo. De hecho, estoy pensando en volver a comprarme una cámara analógica y, quién te dice, hago una edición 2010-2030. Si sigo vivo, claro”.

Un jovencísimo Emmanuel Horvilleur. Los Illya Kuriacki son protagonistas en “Memorias en cámara rápida”, el libro de fotos de Fernando Samalea.

Por si hacía falta, Samalea confirma que lo que lo mueve es la curiosidad. Tanto en la literatura, donde es un consumidor compulsivo de biografías como las de Miles Davis o Keith Richards, o de retratos de época (la Nueva York de los años ’20 o la París de los ’30) como en todos los demás aspectos de su vida.

De allí sus constantes viajes por el país en su moto BMW, en donde suele dar lo que llama “charlas informales” para jóvenes.

“Siempre trato de ponerles un contexto. No tengo problemas en hablar de mis anécdotas con la música, o de cuestiones técnicas, pero siempre incorporo otros temas: la última fue en Concordia, en las ruinas del Castillo de San Carlos, que es donde Antoine Saint Exupéry, el autor de El Principito, tuvo que aterrizar forzosamente su avión”.

Contratapa y tapa de “Memorias en cámara rápida”, el libro de fotos de Fernando Samalea, con Gustavo Cerati y Charly García.

Mirada en el futuro

Y como no le gusta vivir del pasado, también tiene un ojo puesto en el futuro y en las nuevas tecnologías: “Leo mucho sobre los avances que vendrán en las próximas décadas, la inteligencia artificial, la realidad virtual, los neuro grains que van a conectar nuestro cerebro con la computadora de forma inalámbrica, con la que vamos a tener un contacto telepático, sin cables”.

Y esa curiosidad la resume al contar haber vivido cinco revoluciones generacionales.

Daniel Melingo, retratado por Fernando Samalea en “Memorias en cámara rápida”.

“La de los ’70, con mis diez años, escuchando la movida del rock sinfónico con amigos más grandes; la de los ’80 con Charly, la de los ’90 con los Illya Kuriacki; la de los años Cero, con bandas como Rosal o No lo soporto, más allá de todo el trabajo con el grupo de Cerati. Y la de los años 10, con un montón de grupos nuevos, de los que aprendo siempre”.

Ahora disfruta haber sido invitado para tocar el bandoneón con Bandalos Chinos, una de las mejores y más populares bandas jóvenes. Lo hará en el Hipódromo de Palermo el 11 de diciembre y lo vive con una intensidad admirable.

“Seguir tocando con músicos de otras generaciones hace que no me quede. Lo disfruto. En algún momento se acabará y también será algo poético”, cree.

Gustavo Cerati, en su sala de ensayo, ante un xilofón, en el ojo de Fernando Samalea.

Charly, el artista favorito

Pero claro, no podríamos tener una charla con Fernando Samalea sin hablar de Charly García. Y Sama lo asume con naturalidad.

Con la misma que se subió al escenario del Teatro San Martín para tocar sus canciones sin él como homenaje por sus 70 años y la misma con la que lo hizo en el CCK, ya con el cumpleañero en escena y una performance magistral y emocional que dejó la baterista sin voz casi una semana. Y eso que no canta.

El Negro Carlos García López, Fabiana Cantilo, Fernando Samalea y Charly García, distendidos en camarines.

“Todo fue muy emocionante. Que Charly haya juntado a su banda de 1985, con Pablo Guyot y Alfredo Toth, con quienes yo no había tocado nunca, más Fito Páez, con nosotros, Los enfermeros (con el Zorrito e Hilda) y Rosario Ortega, su corista actual, fue una idea genial. Todo lo viví desde un lugar emocional: tuvo que ver con la dicha de que Charly haya sido y siga siendo estigma de mi vida”.

Y sube la apuesta. “Yo lo dije siempre y lo digo una vez más: él es mi artista favorito desde el vamos. Desde que lo vi en el Luna Park con La máquina de hacer pájaros a mis 13 años. Y luego comencé a caer en su embrujo, haber tenido la fortuna de compartir tantos años con él y seguir compartiendo”.

“Más que nada, es agradecimiento lo que siento, porque mi destino de no haberme cruzado con él, no hubiese sido el mismo”.

Homenaje a Charly, en el San Martín: Hilda, el Zorrito Von Quintiero, Samalea, Rosario Ortega, Benito Cerati y Lito Vitale. Foto Rolando Andrade

Gran conversador, un hombre alejado de los excesos (dice que ni siquiera fuma marihuana porque no lo deja tocar bien) y con una memoria excelente que se le despierta con un olor, una imagen o un sonido, Fernando Samalea no quiere ser descortés cuando se le pregunta por el nuevo disco que está grabando García y en el que él, por supuesto, participa.

“No puedo decir mucho de eso -concede-. Sólo que saldría el año próximo, que él está feliz y el álbum está buenísimo”.

Sin necesidad de que lo cuente Samalea, en las redes ya circula que el próximo disco de Charly se llamará La lógica del escorpión. E incluso se lo puede ver a García cantando un fragmento de la letra de ese tema: “No ves la luna en el mar, no ves el espejo para espejar y no ves a los paparazzis del lugar. No quiero un diez, con nueve alcanza”.

Charly García y Andrés Calamaro, una noche en el Roxy, retratados por Fernando Samalea.

También algunos allegados cuentan que ese disco tiene, al menos, cinco canciones inolvidables, hits instantáneos.

Y una vez más, allí estará Fernando Samalea como testigo privilegiado: arte y parte.

Charly García con el ingeniero de sonido Mario Breuer, grabando “La hija de la lágrima”, en La Diosa salvaje, el estudio de Spinetta.

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