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Alejo Arias González cumplió el 18 de noviembre sus 25 años en una cárcel de máxima seguridad de El Salvador. Lleva nueve meses sin poder hacer una llamada telefónica con su familia en la Argentina. Acaba de ser trasladado a un penal más abierto y hay esperanzas de que podría aliviarse su situación penal.
Fue detenido en julio del año pasado cuando trabajaba como cobrador para una microfinanciera y acusado de asociación ilícita.
Es el único argentino detenido en El Salvador. Sus abogados han pedido que intervenga la Corte Interamericana de Derechos Humanos y su condición humanitaria es monitoreada por la Cancillería argentina.
En abril último, la Justicia de El Salvador dictaminó que Alejo y otros tantos detenidos fueran trasladados a una prisión de menor seguridad.
La comunicación que llegó a la familia en Mendoza desde la Cancillería decía que Alejo fue trasladado al Penal Occidental de Santa Ana, caracterizado por condiciones edilicias y climáticas más favorables, donde el consulado puede acceder sin tantos protocolos.
Alejo Arias González (24) está detenido en El Salvador.«Rezo todos los días para volver a escuchar su voz, ver su cara, tocarlo, lo extraño mucho«, le dice a Clarín su mamá, Sandra González.
Su hijo solo ha recibido la visita de un delegado del Consulado argentino en El Salvador, cada 45 días. Esta persona le lleva un kit con artículos de aseo y alimentos.
Los días posteriores a la visita consular, los padres de Alejo reciben un mail desde la Cancillería argentina con lo poco que saben sobre cómo está su hijo.
A mediados de abril, la última carta que llegó a la familia de Alejo decía: «Funcionaria del Sistema Penitenciario comunicó que Alejo está siendo trasladado al Penal Occidental de Santa Ana«.
Y detallaba: «El centro de detención tiene un clima más templado que Jucuapa (el anterior penal), lo que supone una mejora en las condiciones de detención de Alejo, agregando la funcionaria antes referida que el penal de Santa Ana, cuenta con mejores condiciones para la realización de visitas consulares«.
«La bolsa remitida por la embajada en El Salvador, con alimentos y elementos de higiene y otros, será enviada al nuevo penal, dado que no se permiten traslados de elementos personales en los cambios de centro de detención. Seguimos en contacto«, cerró la comunicación formal desde la Cancillería.
«Ha bajado de peso»
La mamá de Alejo espera alguna comunicación telefónica o video llamada para volver a ver a su hijo. Está pendiente. «Lo esperé el día de su cumple, la noche de Navidad, una llamada, aunque sea por humanidad», dice.
Un mail anterior enviado a la familia por la Cancillería contaba que el 20 de marzo fue la última vez que el cónsul lo visitó en el penal de Jucuapa. Estuvo cerca de dos horas con Alejo. «Había bajado de peso y estaba haciendo un curso de barbería y mecánica automotriz», les informaron.
Alejo Arias, el mendocino detenido en El Salvador desde el 14 de julio de 2023.Y respecto al estado de ánimo, le contaron que su hijo estaba contento de recibir esa visita consular, quien le acercó una carta que le envío la familia contándole que lo extrañaban, que sus abuelas lo esperaban, cómo estaba su perro Moro, y el resto de la familia.
Alejo, según el cónsul, le pidió que le dijeran a su familia cuánto los extrañaba y que estuvieran en oración espiritual. Y cerró con una cita bíblica: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece«.
Situación penal
El abogado Miguel Ángel Pierri, que lo asiste desde Argentina junto al defensor salvadoreño Walter Mata, sostiene que la presentación realizada ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos sirvió para que el cambio de prisión.
Según su familia, Alejo viajó el 6 de marzo de este año por una oferta laboral legal. Sus empleadores, que eran colombianos, le pagaron el pasaje en avión desde Santiago de Chile a El Salvador y le iban descontando el costo ticket aéreo con lo que trabajaba allá.
La familia asegura que Alejo no sabía que sus empleadores eran parte de una organización colombiana de microfinancieras ilegales que habría enviado 20 millones de dólares a Colombia.
El joven argentino fue detenido el 14 de julio de 2023 y, junto a otros colombianos, acusados de delitos de lavado de dinero y activos, receptación y agrupaciones ilícitas.
Fue trasladado a una cárcel de El Salvador bajo el estricto régimen carcelario de Nayib Bukele, el presidente que está implementando una férrea política de seguridad contra las maras.
Alejo Arias, el mendocino detenido en El Salvador desde el 14 de julio de 2023.Pasó nueve meses detenido e incomunicado en una cárcel conocida como «El Penalito», el Centro Penal de Jucuapa, en el distrito Usulután, una cárcel de seguridad intermedia, ubicada a 200 kilómetros de la capital de El Salvador.
Su destino cambió el 10 de abril, cuando fue enviado junto a otros presos al Penal Occidental Santa Ana. Esta prisión tiene un régimen más leve, donde los detenidos trabajan en la huerta y tienen granja.
El argentino tampoco ha tenido contacto con su abogado defensor. Solo ha recibido algunas visitas del representante consular en El Salvador. Y su familia se informa de su estado de salud por la comunicación que envían desde la Cancillería argentina.
La familia espera una audiencia que se tendría que haber realizado en enero y que, tiene fecha límite, el 24 de junio. Allí, la estrategia sería pautar con la fiscalía un juicio abreviado por una pena menor, excarcelable, que permita que el argentino vuelva al país.
Su vida en El Salvador
Alejo trabajó hasta el 3 de marzo en atención al público en una pinturería en Mendoza. Y, el lunes 6 de marzo, salió en micro hacia Santiago de Chile y luego en vuelo a El Salvador, para comenzar a trabajar en la financiera.
«Fue engañado por unos mafiosos. Es un chico con valores, trabajaba en una pinturería y estudiaba para ser técnico en Radiología, no tenía antecedentes penales», dice su mamá sobre la vida que llevaba su hijo en la ciudad de Rivadavia, en Mendoza.
El presidente Nayib Bukele, de El Salvador. Foto José Cabezas / Reuters.Al llegar a El Salvador, el argentino se instaló en una vivienda de un condominio cerrado con piscina. «Al principio estaba contento, le gustaba el lugar, la comida y el clima», apunta la mujer.
Empezó a preocuparse, cuenta Sandra, cuando iba en moto a realizar las cobranzas y lo paró dos veces la Policía. «Le miraban los tatuajes para ver si era de alguna mara», señala.
Fue casi como una premonición. El 14 de julio lo detuvieron con otras 40 personas y a los dos días, en una audiencia colectiva, le dictaron la prisión preventiva. El joven afirma que es inocente de todos los delitos de los que se lo acusa.
«Vi su cara en un video, lo llevaban con la cabeza baja, delgado y deprimido», indica Sandra respecto de los videos que circularon de la audiencia. Vestía remera y short blanco, uniformado, como todos los presos del régimen de Bukele.
Sandra es ama de casa y el papá de Alejo, trabaja en un comercio. Con su hermana, de 19 años, lo esperan en su casa, ubicada a 70 kilómetros de la ciudad de Mendoza. «Su habitación está tal cual como la dejó», dijo Sandra.
Alejo vendió su auto, un Fiat 128, para irse con algunos dólares. Quería juntar algo de dinero para poder terminar la facultad privada y conseguir empleo en algún hospital.
«Sueño con abrazarlo, que un día quede libre, poder traerlo a casa», confiesa Sandra.
Su mamá se ha aferrado a la religión para mantener la esperanza. Todos los viernes concurre a una iglesia evangélica. «La iglesia, los familiares y los amigos de Alejo nos están ayudando a mantenernos con esperanza. Pienso que Dios debe tener un propósito, lo que ocurra con mi hijo, lo he dejado en manos de Dios».
EMJ