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Con la democracia se educa, pero hay que ayudarla

03/04/2023 21:27

Actualizado al 03/04/2023 21:27

La democracia argentina está cumpliendo 40 años y son tiempos en que diversos especialistas hacen análisis sobre lo que pasó desde que salimos de la noche más oscura de la dictadura. Sin dudas, hay claroscuros y muchas cuentas pendientes.

Una de esas cuentas pendientes es la educación, uno de los problemas que justamente iba a resolver el voto y la participación ciudadana desde 1983, y que se reflejaba en aquella famosa frase de Alfonsín que anunciaba (o ingenuamente creía) que con la democracia se come, se cura y -también- se educa.

Pero pasaron 40 años y lejos de resolver la cuestión educativa, la Argentina le fue agregando nuevos problemas. Sobre todo, a partir de la poca importancia que la dirigencia (no solo la política) le dio al asunto, y el enorme avance de la sociedad del conocimiento, que genera nuevos desafíos que pocos se atreven a encarar.

Al final de cuentas, los números cantan que, en estos 40 años, el país logró cumplir con la promesa del mayor acceso a la escuela. Se sumaron millones de nuevos alumnos, sobre todo al jardín de infantes y el secundario (la primaria ya estaba casi universalizada). Y también hubo más inversión a partir de la Ley de Financiamiento (2006), aunque solo en dos años se cumplió con la meta del 6% del PBI.

Pero más recursos no lograron que esa mayor inclusión de alumnos se tradujera en mejores aprendizajes. Todo lo contrario. Hoy, solo 43 de cada 100 estudiantes terminan la primaria a tiempo y con un nivel aceptable. Y apenas 16 llegan en esa condición al final de la secundaria.

Mientras tanto, otros países -incluso de la región- van encontrando fórmulas para incluir y mejorar. Solo un dato: la Argentina pasó de estar en el 2° lugar de América Latina en resultados de comprensión lectora en las pruebas PISA (alumnos de 15 años) en el año 2000, solo superado por México; al 7° lugar en 2018 (última edición de esta prueba), superado por Chile, Uruguay, Costa Rica, México, Brasil y Colombia.

El mundo cambia a un ritmo cada vez más veloz, pero si uno compara una escuela argentina del 83 con esa misma escuela hoy no verá grandes cambios. Casi las mismas pedagogías y organización, la misma formación docente. Formatos escolares y de enseñanza que no dan respuestas.

El cierre de escuelas por la pandemia puso en primer plano la crisis y, al mismo tiempo, el valor que las familias le dan a la formación de sus hijos. Es tiempo de estar a la altura de esa demanda. Porque si bien es cierto que solo en democracia se educa (se puede dar buena educación), también que hay que ayudarla. Y que se necesita una dirigencia comprometida para lograrlo.

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