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Carlos Melconian: “Más que combatirla, el Gobierno se ha hecho socio de la inflación”

– El plan de recompra de Massa es una intervención cambiaria disfrazada de recompra de deuda?

– Sí. Es un mecanismo indirecto de intervención en el dólar contado con liquidación. Además espero que no piensen que es un mecanismo de uso permanente.

– ¿Por qué?

– El FMI ya miraba con malos ojos la intervención del Banco Central y la ANSeS. Economía no puede volver a la metodología del Central de vender 200 millones por mes, aunque lo que han hecho es parcialmente diferente a aquello. Es un mecanismo irrepetible. Y desde ya, no tiene nada que ver lo que se está haciendo con intentar bajar el riesgo país para facilitar el Gobierno y empresas al mercado de capitales. Insisto, es un tiro de una vez. Lo pondría dentro del conjunto de ineficiencias de la política económica.

– ¿ A su modo de ver qué está buscando el Gobierno con este tipo de anuncios?

– Es un anuncio más en un proceso que arrancó en agosto de 2022, cuando asumió Massa. Buscan encontrar milagros para estabilizar la frágil situación económica y ahora además están buscando cómo llegar esta vez a agosto de 2023. Cristina Kirchner dio un apoyo silencioso a Massa para que tome medidas neoclásicas de ajuste tendientes a evitar la disparada del dólar y la aceleración inflacionaria, dado que se pensaba que como estaban a la salida de la dupla Guzman-Batakis no llegaban a diciembre de 2023. El reformateo fue político y económico.

– ¿Y qué han logrado hasta ahora?

– La prioridad era estabilizar, pero estamos lejos de ir por otras pretensiones. La estabilización siempre es la comparación actual contra cómo estábamos en agosto 2022. Y no más. Macroeconómicamente esto excluye haber erradicado la sospecha de un salto cambiario por delante y una aceleración inflacionaria. Políticamente no hay logrado el alineamiento de 100% de la alianza política que ganó en 2019. Y competitivamente aún no logra proyectarse como un candidato ganador o competitivo en las presidenciales.. Alejaron el fantasma de la megadevaluación y de la espiralización, por ahora. Pero no mucho más.

– ¿Podemos esperar una baja de la inflación desde estos niveles?

– Ahí tenemos un problema. Bajar la inflación hoy, en estas condiciones, no es más que postergarla. Y este es un problema sobre el cual quiero alertar para la próxima administración. La actual inflación no puede bajar mucho más si no se modifica la esencia de la política monetaria y fiscal. Y otra vez, quiero alertar sobre la necesidad de que lo que no se haga ahora lo va a tener que hacer el próximo gobierno.

– ¿A que se refiere con postergarla?

– Las tarifas siguen pisadas más allá del recorte de subsidios a los hogares que más ganan. El dólar sigue pisado con restricciones cambiarias evidentes. El gasto en subsidios y gasto social no está claro. Y la nominalidad del gasto publico continua. Le están dejando un problema al próximo gobierno.

Massa dice que quiere un IPC que empiece “con 3” en abril. ¿Se puede?

– Visto así, es una anécdota de carácter electoral y política. Es una expresión de deseos dicho en términos de sustentabilidad de un proceso. Me cuesta mirar solo ese tema porque van a vigilar a los supermercados…

– Esta semana se informó que el déficit fiscal bajó al 2,4%, menor al exigido por el FMI. Finalmente, como dijo Guillermo Calvo, ¿el peronismo es el único que puede hacer un ajuste sin convulsión social?

– Aquí hay una cuestión. Este no es un déficit fiscal que se esté cerrando genuinamente. El Gobierno, más que combatirla, se ha hecho socio de la inflación y esto va en contra de la sociedad en su conjunto. La inflación de casi 100% licua al gasto, que no obstante continua de alta nominalidad. Esta no es la voluntad política de cerrar el déficit, fiscal. Es la licuación del gasto que paga todo el mundo. Porque esa inflación de tres dígitos es la que va licuando el gasto previsional y social. Es insostenible en el tiempo.

– ¿Por qué?

– Acá quiero distinguir entre el ejercicio de licuación solo para llegar al gasto y la intención genuina de bajar el déficit sin hacerle pagar el 100% de inflación a todo el mundo. Hay que decirle la verdad a la sociedad en términos de futuro. Estamos en una nominalidad ascendente en el gasto que requiere cada vez más continuidad de la tasa de inflación para bajarlo. No podemos aceptar que gracias a la inflación del 100% se ataque el déficit. Lo paga toda la sociedad. En cuanto al déficit, debemos exigirle a este Gobierno que entregue una situación fiscal equilibrada, como la que recibió en 2019.

– Massa dice también que no le pide pesos al Banco Central para financiar el déficit. ¿Es tan así?

– Esto merece una explicación. Hay quienes dicen que el Banco Central cortó la emisión para financiar el déficit. Esto no es real. Hay que distinguir entre la emisión monetaria directa y una fenomenal emisión indirecta por dos vías, la recompra de bonos en el mercado secundario y todo un conjunto de modificaciones implícitas en encajes que le da capacidad prestable al sistema para poder comprar bonos del Tesoro. La emisión monetaria directa está “tranquila”, pero los agregados monetarios vuelan.

– ¿Cuál es el problema que usted ve en esta manera de reducir el déficit?

– Es que va a fomentar la pregunta de si va a ser necesario otro Remes Lenicov u otro Erman González para resolver todo de un plumazo. Los problemas van a persistir. Este es el momento para prevenir a la sociedad de que el problema que está dejando esta administración es muy grande. Vale para el gasto público, para la colocación de deuda en pesos, para los pasivos del Banco Central. Alguien se lo tiene que decir a la sociedad argentina. La diferencia entre Martín Guzmán y Sergio Massa no es la baja nominal del gasto, sino su licuación. La suba nominal continuó, pero Massa necesitó más inflación para licuarla. Es un veneno como medicamento.

– ¿La deuda en pesos va a ser un problema, hay un campo minado por delante, o se puede solucionar de manera no traumática?

En pesos corrientes esta administración arrancó con una deuda de 3 billones de pesos, equivalente al 14% del PBI. Tres años después tiene 20 billones de pesos de deuda, que representan 24 puntos del PBI. Hay que remarcar que este es el Gobierno que más ha endeudado en tres años al país. Y desde ya, se termina la discusión de si es mejor endeudarse en pesos que en dólares. El 85% de la deuda en pesos es ajustable por inflación o por tipo de cambio.

– Hasta ahí la descripción del problema. ¿Y su resolución?

– Es uno de los problemas graves. Entre julio y septiembre vamos a tener vencimientos mensuales de tres billones de pesos por mes. Es cierto que la mitad está en manos de cajas públicas, pero el privado ha refinanciado recibiendo a cambio cada vez más tasa de interés. Mientras no se corte la canilla del gasto y del déficit cualquier cosa que se haga es pasarle el problema al próximo gobierno. Esto le debe quedar bien claro a la sociedad argentina: no se puede hablar de un acuerdo con la próxima administración para la negociación de la deuda sin simultáneamente hablar del corte de cuajo del déficit. Porque uno alimenta a lo otro.

– ¿Pero cómo se ataca el problema?

De arranque, antes que nada, se requiere la puesta a punto de un plan integral de cambio de régimen y modificación de cómo funciona la organización económica. Todos los temas de deuda en pesos y los de pasivos monetarios del Central están incluidos dentro del programa económico integral, y tienen un abc de manual, que es cortar abruptamente el déficit fiscal. Cuando uno corta en seco el déficit corta lo que se llama el flujo de aumento de lo que a posteriori es deuda pública o pasivos del Banco Central. Desde ya, hay que avanzar con el recorte de subsidios que ya inició este Gobierno.

– Mal o bien, se redujo el déficit. Pero se hizo en un año no electoral. ¿Seguirá este año?

Es un desafío. El Gobierno se durmió entre noviembre de 2021 y agosto de 2022. Massa no tuvo más remedio que enfrentarlo. Ahora lo debe continuar.

– Lo del año electoral es importante porque el candidato posible es Massa. ¿El ministro de Economía querrá ser candidato?. ¿Cómo impactaría en la marcha de la economía?

– Massa es una persona que desde que está en política quiere ser presidente. Como es él, imagino que lo decidirá un minuto antes del cierre de listas. Suponiendo que todo transcurre en paz y equilibrio, hay que ver si el nivel de competitividad lo hace candidato con chances o o por descarte. Massa no quiere ser candidato por descarte. Mirará su resultadismo. Hay que ver si los resultados le alcanzan para salvar al PJ, y qué pasó con la economía hasta el día del cierre de listas. Massa debe estar pensando cómo llegar competitivo. Pero querer estabilizar la economía, mejorar las chances electorales y además ganar la elección se parece mucho a un milagro. Pero hay que esperar, falta “un montón”.

– ¿Cómo se imagina que tiene que administrar la herencia el próximo Gobierno?

– Habrá que tener una alineación de variables para el lanzamiento de un programa de estabilidad que sea creíble y sustentable, que no necesite de la inflación para licuar el gasto. Ahí es donde hay que alertar a la sociedad y a la clase dirigente. No se puede pedir, con déficit fiscal y desalineamiento de precios relativos, un plan de estabilidad. Eso es imposible. Todo el tiempo hay que decírselo a la gente con insistencia.

– ¿Cómo debería lograrse la unificación cambiaria, la salida del cepo y el levantamiento del cepo importador?

– Más allá de cómo se llegue a fin de año, 2022 mostró precios muy altos de las materias primas y eso no alcanzó. Hubo algún gasto mayor en energía y continuó el súper cepo . No obstante el Banco Central tuvo que apelar a pisar importaciones por 8 o 9 mil millones de dólares. Y además el Gobierno tuvo que sacar el dólar soja 1 y 2, que no fue gratis. Se adelantaron liquidaciones y ahora vamos a ver qué pasa de acá hasta agosto. Tenemos que ver si la sequía nos cuesta entre 8 o 14 mil millones de dólares. No es un tema menor. Cada vez que han caído las exportaciones primarias el sector externo sufrió, o por caída de importaciones, pérdida de reservas, un salto cambiario, o una combinación de los tres factores. También hay que mirar el resto de las exportaciones industriales, no solo porque han decaído en el último bimestre, sino porque cada vez que las exportaciones primarias sufrieron, arrastran al resto. La contracara de todo esto siempre ha sido el nivel de actividad y más inflación. De modo que la inflación y golpe al sector externo son un desafío. A eso sumemos los pagos que hay que hacer por primera vez netos al FMI, a otros organismos, al Club de París y a los bonistas que suman en total 11.000 millones de dólares este año de capital e intereses.

– ¿Pero qué régimen cambiario se imagina de arranque?

– Se debe respetar el régimen bimonetario que ya ha adoptado la sociedad, esto es la convivencia más que competencia de monedas. Pero también está claro lo que no va a venir inicialmente. No vamos a tener un esquema de dolarización ni de tipo de cambio libre y flotante. A lo sumo el tipo de cambio libre, flotante y con acceso pleno al mercado es un punto de llegada, de ninguna manera un punto de partida.

– ¿Cómo puede impactar el resultado de las PASO de agosto?

– Hoy por hoy está instalado que en 2024 habrá una nueva administración. Pero el resultado de la primaria de agosto es muy importante, en términos de definir si confirma definitivamente eso, pasa lo opuesto, o mantiene la incertidumbre hasta octubre. Es claro para los mercados que este último es el peor resultado. De la misma manera supongo que frente a un triunfo de la oposición, probablemente el mercado va a pretender ver para creer.

– O sea que si triunfa la oposición tampoco no habrá mucho crédito inicial.

– No he dicho eso. He dicho que habrá que poner un programa arriba de la mesa y hay una alta probabilidad del “ver para creer”. Pero insisto con un tema. No debemos repetir el error estratégico de suponer que los actuales desequilibrios pueden llegar a ocurrir de manera asintomática como en 2015. Hay que alertar a la sociedad que aunque lo que venga no sea ni híper ni corralito es de gran desequilibrio macroeconómico. Y otra cosa importante. El ejecutor de la política económica deberá convencer de entrada a la clase política de que es un error financiar gasto corriente con endeudamiento. Siempre termina mal. El cambio de régimen económico será sin financiamiento.

– ¿Eso quiere decir que es inevitable un fuerte ajuste inicial, con salto cambiario y fogonazo inflacionario, como dicen los economistas?

– Tenemos todo este año para seguir juntando sentido común en la clase dirigente, a los que tengan visión de estadista y que se piensen ellos mismos no como presidenciables en 2023 sino en los próximos 20 o 30 años. Hay que evitar la verborragia de decir que hay que llegar a la gestión con un hacha en la mano o entrar en las discusiones sobre fogonazos, gradualismos y otras emocionalidades.

– ¿Pero hay un camino alternativo?

– Si este Gobierno no colabora en mejorar y blanquear lo que deja habrá que decírselo a la sociedad. Insisto. No volver a creer en que dado que no hay una catástrofe hiperinflacionaria no hay nada que hacer.

– ¿El próximo Gobierno tendrá que encarar la tarea olvidándose de querer ganar en 2027?

– El mejor gobierno va a ser el que esté dispuesto a no mirar el 2025 y ganar el 2027. Elijo una mirada positiva, optimista. Para un país con el potencial de la Argentina, permitime una alegoría futbolera, ahora que somos campeones del mundo y además Racing acaba de ganar otra copa: con la tenencia mayoritaria de la pelota y jugando bien, los goles llegan. Hay que tener paciencia y convicción. Además, yendo a lo concreto, tenemos que ir en la búsqueda simultánea de equilibrio macro con reactivación de la economía. Lo que no puede suceder es el ajuste por el ajuste mismo.

– Los economistas de la oposición suelen hablar de cambio de régimen económico. ¿Está de acuerdo?.

– Desde ya. Hace falta una nueva organización macroeconómica. Yo lo veo así: el 2024 de transición hacia ese nuevo régimen y el 2025 de puesta en marcha. Por eso mismo, no sería tan escéptico electoralmente con el 2025 y 2027.

– Hoy se habla de que es imprescindible sacar a la cancha los dólares que tiene guardados todo el mundo. ¿cómo se hace?

– Hay que diseñar un nuevo régimen monetario. La sociedad ya trabaja en su propio régimen bimonetario.. Que la gente pueda optar por la moneda que quiera. En términos prácticos: Si doña Rosa quiere pagar el pan con dólares, que lo haga. Lo más relevante es generar el crédito necesario para que el fondo anticíclico que la sociedad privada tiene en la Argentina sea puesto en marcha.

– Con los años se fue consolidando una Argentina corporativista, con cada sector pujando por obtener facilidades o acuerdos particulares. ¿Es urgente desmontar esa lógica?

– Hay que trabajar con todos los sectores pero con reglas claras. Hay que blanquear todas las situaciones, escuchar a todos consensuado lo que corresponda. Si hay regímenes que partieron de la nada y tomaron una magnitud importante hay que estudiarlos. Hay que ser pragmáticos y flexibles pero con límites. Pero no se puede confundir eso con el mantenimiento del status quo. Y también hay que tener claro que los grupos de poder deben abstenerse de aprovecharse de un gobierno débil como este para lograr cuestiones que se convierten en derechos adquiridos. Es muy importante terminar con esto ahora. Las cuestiones puntuales de equilibrio parcial no van más. por eso es importante que la sociedad entienda. la estabilidad, las reglas de juego y el nuevo régimen son a favor de la sociedad. Los que deben acostumbrarse a vivir con estabilidad, competencia y reglas generales es la clase empresarial.

– ¿Esto incluye también la apertura de la economía?

Por supuesto. La Argentina no puede seguir tan cerrada. El comercio es exportar más y comprar más. Eso no quiere decir que algún sector tenga que quebrar y bajar las persianas. Pero la adecuación a reglas de juego donde Argentina pueda tener un producto local competitivo contra un importado, y otro producto exportable tiene que ser la regla y no la excepción. Desde ya que el sector público debe colaborar. Y allí las reformas estructurales. No se le puede exigir al sector privado ser competitivo con un sector público que lo obstaculiza y lo ahoga.

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