Francia asusta, pero también tiene sus propios miedos.
No es novedad que gran parte del planeta le teme, y es lógico que así sea, a la selección campeona del mundo. El poderío de su pasado reciente y la confirmación de su presente son contundentes. Se podría decir que esa gran parte del planeta y la mayoría de las defensas de los 31 equipos restantes se sobresaltan de solo pensar que puedan enfrentar a Kylian Mbappé y Karim Benzema. Y a ellos hay que sumarle a Antoine Griezmann y a cantidad de jugadores que se destacan en las grandes ligas más el plus de un plantel que ofrece al menos dos jugadores probados por puesto.
La sensación es que el equipo de Didier Deschamps es el gran candidato en Qatar, pero hasta los poderosos tienen sus temores y los miedos de Francia están arraigados en situaciones no tan racionales.
Muchos de los temores del campeón del mundo están afincados en razones sobrenaturales. La poderosa Francia le tiene terror a las maldiciones.
La primera es muy simple y se basa en la historia reciente. Cuatro de los últimos cinco campeones del mundo no pudieron pasar la primera ronda en la Copa siguiente. La excepción es Brasil, que después de ganar en 2002 al menos logró el sexto puesto en 2006. Los brasileños, además, son los últimos bicampeones, pero lo lograron 60 años atrás, tras encadenar Suecia 58 con Chile 62.
No hay bicampeones modernos.
Después de aquel equipo de Pelé y Garrincha, entre otros cracks, ninguno pudo repetir. Los que más cerca estuvieron fueron el propio Brasil, campeón en Estados Unidos 94 y segundo en Francia 98, y Argentina, que pasó de la gloria de México 86 al subcampeonato en Italia 90.
Volviendo a Francia, son muchos los que recuerdan que luego de la brillante coronación como local en 1998 y la siguiente consolidación en la Eurocopa 2000, el equipo tropezó en forma violenta en el Grupo A del Mundial 2002, de Corea y Japón. Con la misma base, perdió 1-0 con Senegal en el debut, igualó 0-0 ante Uruguay y perdió 2-0 frente a Dinamarca. Quedó cuarto y eliminado, y no convirtió goles.
Es la peor campaña posterior de un campeón del mundo. Terminó en el puesto 28 sobre 32 selecciones. Zinedine Zidane sólo fue titular en el tercer partido.
Allí aparece otro fantasma, pero con cuerpo y vestido de rojo: Dinamarca será también rival en Qatar, el sábado 26 de noviembre, para cerrar el Grupo D. Cabe recordar que de allí saldría el enemigo de Argentina en octavos de final.
Los daneses, además, derrotaron a los franceses en los dos últimos enfrentamientos por la UEFA Nations League: 2-1 en París, en junio pasado, y 2-0 en Copenhague, en septiembre. Allí aparece un alerta futbolístico: el equipo de Didier Deschamps terminó tercero en el Grupo A, detrás de Croacia y Dinamarca, tras ganar solo un partido de seis. Pero ese es otro asunto.
Siguiendo con la tendencia de los campeones del mundo, Italia también sufrió la maldición, de 2006 a 2010. Coronado en Alemania, no pudo ganar ni sortear la primera ronda en Sudáfrica. Empató 1-1 con Paraguay y Nueva Zelanda, perdió 3-2 ante Eslovaquia. Su posición final fue 26°.
Similar suerte vivió España, que logró su primer título en 2010 y que en Brasil perdió sus tres partidos: 5-1 con Países Bajos, 2-0 ante la Chile de Jorge Sampaoli y 3-0 frente a Australia. Todo esto pese a tener en el equipo a Iniesta, Xavi, Sergio Ramos y varios campeones mundiales más. Quedó en el puesto 23° de la tabla final.
En 2014 Alemania le ganó 1-0 la final a Argentina, pero cuatro años más tarde no pudo evitar el maleficio. En la eliminatoria previa había ganado sus diez partidos, con 43 goles a favor y apenas cuatro en contra. Era, como casi siempre, candidato. Arrancó perdiendo 1-0 con México en Moscú. Le ganó luego 2-1 a Suecia en Sochi y cerró el Grupo F en cuarto lugar, tras perder 2-0 con Corea del Sur, una de las derrotas más humillantes de su historia, en Kazán. En la tabla de posiciones figura en el 22° lugar.
Existe también una maldición menos supersticiosa pero que amenaza a todas las selecciones y es la de las lesiones. Francia ya perdió a varios campeones del mundo: Paul Pogba y NGolo Kanté, volantes titulares y figuras en 2018, se quedaron fuera de la lista, también Presnel Kimpembe y Christopher Nkunku. Raphael Varane entró raspando y hasta Benzema, que no viene jugando en Real Madrid, estuvo en duda.
En cuanto al brillante Karim, los amantes de las estadísticas sufren con otro posible hechizo. El que afirma que ningún ganador del Balón de Oro, galardón otorgado por France Football, fue campeón del mundo al año siguiente de conseguir el premio.
No escaparon de ese supuesto encantamiento los ilustres Alfredo Di Stéfano, Marco Van Basten, Roberto Baggio, Michel Platini, Ronaldo Nazario, Cristiano Ronaldo, ni el propio Lionel Messi.
Por eso, los más supersticiosos hinchas franceses, rezaban para que Benzema no ganara el último Balón de Oro. Locuras del pensamiento mágico.
De todas formas, los maleficios, como los récords, existen para ser destrozados. Tal vez el exorcista ideal sea Didier Deschamps, campeón mundial como jugador y como técnico, con diez años al mando de Les bleus y ganador como pocos en la historia de los Mundiales.
Por lo pronto no parece tan decidido a archivar el 4-2-3-1 que tan buenos resultados le dio en Rusia 2018 para mudarse al 3-4-3 que le sirvió en las Eliminatorias europeas (cinco triunfos, tres empates, cero derrotas), pero que no logró evitar el tropezón en la UEFA Nations League.
Con tres defensores o cuatro, veremos si Deschamps, Mbappé y Benzema logran sobreponerse a tanto embrujo mundialista.
Entre tantas amenazas sobrenaturales y tanta magia negra dando vueltas una de las preguntas que queda picando es cómo interpretarán los amantes de los maleficios el hecho que el 19 de diciembre, un día después de la final de Qatar, el gran Karim Benzema cumplirá 35 años.
DD