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Procesos de paz con exitosa mediación femenina, por Cornelia Schmidt

No salimos del asombro, ante la invasión rusa en Ucrania y las crueles imágenes de las consecuencias de la guerra. Algo que pensábamos no íbamos a volver a ver. Solo transcurrieron siete décadas desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial y del horror del Holocausto. Partíamos de la premisa de que lo allí sucedido ¡no debia volver a suceder nunca más!

Pero parece que algunos tomadores de decisiones no aprendieron nada. Tampoco del covid. “¿No íbamos a salir mejores?”. Quizás entramos en una época de correr velos e identificar claramente quién es quién. Se repiten las rondas de negociaciones en el conflicto Ucrania/Rusia. Y se repite una ausencia: la participación de la mujer. El desafío de lograr la paz implica tomar el compromiso de incorporar mujeres a los procesos de paz. No escucho ninguna voz personal o institucional que exija y recomiende un lugar en los equipos de negociadores para las mujeres. Habiendo tenido la posibilidad de estar en San Petersburgo y en Moscú, interactuando con mujeres políticas y ciudadanas, presiento que las mujeres rusas, sin lugar a dudas, buscarían frenar esta locura. Y lo mismo entiendo por parte de las mujeres ucranianas.

De acuerdo con el Informe de 2021 del secretario general sobre la aplicación de la resolución 1325, en 2020 las mujeres representaban solo el 23% de delegaciones que formaban parte de procesos de paz dirigidos o codirigidos por Naciones Unidas. La implementación de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aprobada en 2000, sobre  “Mujeres, paz y seguridad”,  fue la primera en vincular a la mujer con ambos temas. No solo señaló lo trascendental de contar con la impronta femenina para sanar conflictos, sino que desnudó que los conflictos armados afectaban a las mujeres y a las niñas de manera diferente que a los hombres y los niños. La agenda establecida por esta resolución reconoce el rol y la contribución de las mujeres durante la guerra y la construcción de paz, así como su derecho fundamental a ser incluidas en las negociaciones de paz.

En ese sentido, un estudio de Naciones Unidas señala:

“Se ha demostrado que los procesos de paz en los que participan mujeres como testigos, signatarias, mediadoras o negociadoras tienen una probabilidad un 20% mayor de culminar en un acuerdo que dure al menos dos años. Este porcentaje aumenta con el tiempo, ya que la probabilidad de que el acuerdo de paz dure 15 años se incrementa en un 35% http://www.un.org/sg/humanrightsupfront/.

Esto demuestra lo valioso del proceso colaborativo en sí mismo, donde no solo buscamos que mujeres participen en mayor cantidad en las negociaciones oficiales, sino que esto derive naturalmente en que ellas tengan también influencia en las decisiones.

La historia nos ha enseñado que no podemos ni debemos ser neutrales, cuando de vulneración sistemática de los derechos humanos se trata. La amenaza de expandir los autoritarismos, asociada a injusticias, discriminaciones, gritos, nos llama a contrarrestar o domesticar.

Europa unida ha sido la zona que por más tiempo ha mantenido la paz. Será necesario fomentar con premura los esfuerzos institucionales desde Naciones Unidas para avanzar en la implementación de políticas que apoyen que las mujeres accedan a estos cargos. El objetivo es poder contribuir a modificar un modelo que está ocasionando daño (autocracia) y poder integrar un nuevo liderazgo.

Quizás falten administraciones más austeras, más humanistas, que entiendan la libertad como condición para el desarrollo fraterno.

En el mes de la mujer, me permito visibilizar a una valiosa inmigrante alemana, Elisabeth (Isabel) Julia Reinke, pacifista alemana y mecenas en la comunidad antinazi. Al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, fue enfermera patriótica, para pasar luego a la oficina de propaganda bélica, por sus conocimientos de italiano. Allí empezó a poner en duda tantas notas triunfalistas de la propaganda bélica, asombrada por los autoengaños y las mentiras. Inspirada por las obras del premio Nobel francés Romain Rollanda, sobre Gandhi, y la novela Cleramboult, Elisabeth se replanteó sus convicciones y decidió pasar a la accion: abandonó la ideologia nacionalista y racista de la Deutsche Vaterlandspartei para abrazar los ideales de reconciliación y paz. En 1926 se embarca con su hermana de Bremen a la Argentina. Aquí abrazó  el Movimiento de Reconciliación (Fellowship of Reconcilation) y pacifismo de raíces cristianas,  de la creación del centro para refugiados en Buenos Aires. Una mujer que de forma discreta tuvo el coraje de ayudar a la superviviencia a más de una de las víctimas del nazismo, como por ejemplo al escritor alemán antinazi Paul Zech, emigrado a la Argentina en 1933. Ella entendió perfectamente que si bien tradicionalmente los temas de seguridad y defensa se asignaban a los hombres, la mujer debía avanzar igual en la construcción de una paz duradera. De alguna forma resultó precursora de la Red Regional de Mediadoras del Cono Sur, primera red de América Latina y el Caribe, donde junto a Argentina, Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay,  conformaron  el instrumento que  busca aportar a la prevención y a la resolución de conflictos en nuestra región.

Ante la actualidad que nos agobia, es el tiempo de apreciar el rol de la mujer ya no como una de las víctimas principales de los conflictos, sino como actores protagonistas en la construcción y consolidación de la paz.

*Vicepresidenta de la Red de Mujeres Humanistas Latam. Ex presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores HCDN.

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