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Lollapalooza 2022: cómo fue el show de Machine Gun Kelly, el novio de Megan Fox

Ya iniciada la noche en la segunda jornada de Lollapalooza Argentina, la franja de las 20 horas ofrecía un par de conciertos, potentes cada uno a su manera.

En el escenario Alternativo, la solista californiana Kehlani traía su sensualidad R&B dando chance a los presentes a ahondar en el relax de unas bases y arreglos sutiles y una voz encantadora, ambos proveídos por una banda completamente femenina.

El romanticismo se adueña de la atmósfera y las tecnológicas visuales muestran un Pontiac Firebird a toda velocidad, metáfora perfecta para definir una música que suena actual, pero conserva lazos con un pasado orgánico.

La vista del Lollapalooza poco antes del anochecer. Foto Martin Bonetto.

Amigándose con su numeroso público, Kehlani rompe esquemas cuando pide que grite su público masculino (mientras, desafiante, les pregunta si están allí para acompañar a sus novias o porque le gusta la música), luego el femenino (“¡A ver donde están esas malditas perras!”) y luego pide que los gays sean quienes hagan un fucking noise.

Hablando de ruido, en las texturadas introducciones de Kehlani se colaba por completo el sonido de lo que sucedía en el escenario Flow, y que no tenía que ver justamente con la sutileza.

Machine Gun Kelly. Foto Martin Bonetto.

La hora de Machine Gun Kelly

Machine Gun Kelly o Colson Baker, según jura su documento, el hombre que logró los que muchos quisieran en el hip hop y de golpe y porrazo hizo virar su carrera al pop punk, comenzaba su descarado show.

Personaje que polariza opiniones como pocos eligió Welcome to the black parade de My Chemical Romance (indiscutible clásico del pop-punk) para amenizar el momento previo a su salida a escena. Todo un manifiesto.

Machine Gun Kelly. Foto Martin Bonetto.

Fiel a su postura polémica y provocativa, quien tuvo peleas mediáticas con gente como Eminem y Corey Taylor de Slipknot, es un personaje analizable desde distintos prismas.

El debe del novio de Megan Fox puede ser relativamente copioso. De entrada es chocante su pretendido acento británico, así como ese indisimulable ímpetu por gustar, haciendo uso de melodías poco originales (el pop-punk tuvo su apogeo hace casi 30 años y su fórmula fue explotada por demás) y de un nivel de pirotecnia mainstream que le debe mucho más a Mötley Crüe que al punk rock clásico.

A veces una imagen muy cuidada y torcer la boca mejor que Billy Idol no le da consistencia a una propuesta.

Machine Gun Kelly. Foto Martin Bonetto.

Todas estas connotaciones más bien negativas tienen respuesta en el mismo lugar y momento. Porque a pesar de todo lo que se le pueda achacar, el hombre de 31 años con una historia de vida signada por problemas familiares, mudanzas a países exóticos y serios dramas con las drogas, es un profesional con mayúsculas.

Es que el uso que hacen del escenario es digno de un desarrollo obstinado: el aprovechamiento de la profundidad y altura es magnífico y el diseño de luces es de destacar.

“Nunca en mi vida vi tanta gente junta, así que mejor hagamos esto bien”, soltó antes de largar con su tercer tema y lo que ya sonaba bien, pues ahora suena de escándalo.

Las visuales son espectaculares y estamos ante el súmmum del punk ATP. Baker no pierde una palabra y se muestra como un guitarrista rítmico sólido.

Machine Gun Kelly. Foto Martin Bonetto.

A pesar de prácticamente no dar espacio a sus dotes como rapero (que le valieron un contrato en la disquera de Puff Daddy y premios en el teatro Apollo de Harlem), cumplió su cometido con creces y ese final desde la torre de sonido generó un golpe de efecto ideal para definirlo como un gran exponente del punk-pop de estadio.

MFB

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