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Por qué la fiebre por plantar árboles en el mundo puede estar dañando la biodiversidad

Un árbol plantado por cada remera comprada. Por cada botella de vino. Por cada tarjeta de crédito. Árboles plantados por los países para cumplir sus compromisos globales y por las empresas para reforzar su historial de sostenibilidad.

A medida que se agrava la crisis climática, las empresas y los consumidores se unen a los grupos sin fines de lucro y a los gobiernos en un boom mundial de plantación de árboles. El año pasado se plantaron miles de millones de árboles en decenas de países de todo el mundo. Estos esfuerzos pueden suponer un triple beneficio, ya que proporcionan medios de vida, absorben y bloquean el dióxido de carbono que calienta el planeta y mejoran la salud de los ecosistemas.

Pero cuando se hacen mal, los proyectos pueden empeorar los mismos problemas que pretenden resolver. Plantar los árboles equivocados en el lugar equivocado puede reducir la biodiversidad, acelerando las extinciones y haciendo que los ecosistemas sean mucho menos resistentes.

La lucha contra la pérdida de biodiversidad, que ya es una crisis mundial similar a la del cambio climático, es cada vez más urgente. Las tasas de extinción están aumentando. Se calcula que un millón de especies corren el riesgo de desaparecer, muchas de ellas en cuestión de décadas. Y el colapso de los ecosistemas no sólo amenaza a los animales y las plantas, sino que pone en peligro el suministro de alimentos y agua del que dependen los seres humanos.

En medio de esta crisis cada vez más grave, las empresas y los países invierten cada vez más en la plantación de árboles que cubren grandes superficies con especies comerciales no autóctonas en nombre de la lucha contra el cambio climático. Estos árboles absorben el carbono, pero apenas ayudan a las redes de vida que antes prosperaban en esas zonas.

Plantación de pinos en el valle de Holcomb, al sur de California.

“Se está creando básicamente un paisaje estéril”, afirma Paul Smith, que dirige Botanic Gardens Conservation International, un grupo que trabaja para evitar la extinción de plantas. “Si la gente quiere plantar árboles, que también sea positivo para la biodiversidad”.

Hay una regla general en el mundo de la plantación de árboles: plantar “el árbol adecuado en el lugar adecuado”. Algunos añaden: “por la razón correcta”.

Pero, según las entrevistas realizadas a diversos actores -científicos, expertos en política, empresas forestales y organizaciones de plantación de árboles-, la gente no suele estar de acuerdo con lo que significa “correcto”. Para algunos, se trata de grandes explotaciones forestales para el almacenamiento de carbono y la madera. Para otros, es proporcionar árboles frutales a los pequeños agricultores. Para otros, es permitir la regeneración de las especies autóctonas.

Según los expertos en restauración, los mejores esfuerzos tratan de satisfacer una serie de necesidades, pero puede ser difícil conciliar intereses contrapuestos.

“Es una especie de oeste salvaje”, afirma Forrest Fleischman, profesor de política medioambiental de la Universidad de Minnesota.

Plantación de árboles en el Paseo Islas Malvinas, en el Parque Indoamericano.

Dañar en nombre del bien

No hay suficiente suelo en la Tierra para hacer frente al cambio climático sólo con árboles, pero si se combinan con recortes drásticos de los combustibles fósiles, los árboles pueden ser una solución natural importante. Absorben el dióxido de carbono a través de los poros de sus hojas y lo almacenan en sus ramas y troncos (aunque los árboles también liberan carbono cuando se queman o se pudren). Esa capacidad de recoger CO2 es la razón por la que los bosques suelen llamarse sumideros de carbono.

En África Central, TotalEnergies, el gigante francés del petróleo y el gas, anunció planes para plantar árboles en 40.000 hectáreas en la República del Congo. El proyecto -en la meseta de Batéké, un mosaico ondulado de pastos y sabanas arboladas con parches de bosques más densos- secuestraría más de 10 millones de toneladas de dióxido de carbono en 20 años, según la empresa.

“Total se compromete a desarrollar sumideros naturales de carbono en África”, dijo Nicolas Terraz, entonces vicepresidente ejecutivo de Total para África, exploración y producción, en un comunicado de prensa de la empresa sobre el proyecto en 2021. “Estas actividades se basan en las iniciativas prioritarias adoptadas por el grupo para evitar y reducir las emisiones, en línea con su ambición de llegar a cero neto en 2050”.

Para alcanzar el nivel cero, las empresas deben eliminar del aire al menos la misma cantidad de carbono que liberan. Muchas, como TotalEnergies, recurren a los árboles para conseguirlo. En la meseta de Batéké, una especie de acacia procedente de Australia, destinada a la tala selectiva, cubrirá una gran superficie.

El proyecto, que forma parte de un programa del gobierno congoleño para ampliar la cubierta forestal y aumentar el almacenamiento de carbono, creará puestos de trabajo, según la empresa, y, en última instancia, ampliará la biodiversidad del ecosistema al permitir que las especies locales crezcan durante décadas.

Espinillo,uno de los árboles autóctonos de la Argentina.

Pero los científicos advierten que el plan puede ser un ejemplo de uno de los peores tipos de esfuerzos de forestación: plantar árboles donde no se darían de forma natural. Estos proyectos pueden devastar la biodiversidad, amenazar el suministro de agua e incluso aumentar las temperaturas porque, en algunos casos, los árboles absorben el calor que los pastizales -o, en otras partes del mundo, la nieve- habrían reflejado.

“No queremos causar daños en nombre de hacer el bien”, dijo Bethanie Walder, directora ejecutiva de la Sociedad para la Restauración Ecológica, una organización mundial sin fines de lucro.

La meseta de Batéké es uno de los ecosistemas menos estudiados de África, según Paula Nieto Quintano, científica medioambiental que se ha centrado en la región. “Su importancia para los medios de vida locales, su ecología y las funciones del ecosistema son poco conocidas”, dijo Nieto.

Los que estudian la restauración de los bosques destacan que los árboles no son una cura para todo.

“Me temo que muchas empresas y gobiernos lo ven como una salida fácil”, dijo Robin Chazdon, profesor de restauración de bosques tropicales en la Universidad de Sunshine Coast (Australia). “No tienen que esforzarse tanto para reducir sus emisiones porque pueden decir simplemente: ‘Bueno, lo compensamos plantando árboles'”.

Plantación de mil árboles autóctonos en la orilla del Riachuelo, en 2019.

Hubo malos actores

Todos los árboles almacenan carbono, pero sus otros beneficios varían mucho según la especie y el lugar donde se planten.

El eucalipto, por ejemplo, crece rápido y recto, lo que lo convierte en un producto maderero lucrativo. Originario de Australia y de algunas islas del norte, sus hojas alimentan a los koalas, que han evolucionado para tolerar un veneno potente que contienen. Pero en África y Sudamérica -donde los árboles se cultivan ampliamente para obtener madera, combustible y, cada vez más, para el almacenamiento de carbono- tienen mucho menos valor para la fauna. También se les acusa de agotar el agua y agravar los incendios forestales.

Los expertos reconocen que la restauración de los bosques y el almacenamiento de carbono son complejos, y que las especies comerciales tienen un papel que desempeñar. La gente necesita madera, un producto renovable con menor huella de carbono que el hormigón o el acero. Necesitan papel y combustible para cocinar.

La plantación de especies de crecimiento rápido para la cosecha puede a veces ayudar a preservar los bosques nativos circundantes. Y, al añadir estratégicamente especies autóctonas, las granjas de árboles pueden ayudar a la biodiversidad creando corredores de vida silvestre para unir zonas de hábitat desconectadas.

“Este movimiento de restauración no puede producirse sin el sector privado”, afirma Michael Becker, responsable de comunicación de 1t.org, un grupo creado por el Foro Económico Mundial para impulsar la conservación y el crecimiento de mil millones de árboles con ayuda de la inversión privada. “Históricamente, hubo malos actores, pero tenemos que hacer que entren en el redil y hagan lo correcto“.

Un reto es que ayudar a la biodiversidad no ofrece la rentabilidad financiera del almacenamiento de carbono o de los mercados madereros.

Muchos gobiernos han establecido normas para la reforestación, pero suelen dar un amplio margen de maniobra.

En Gales, uno de los países más deforestados de Europa, el gobierno ofrece incentivos para la plantación de árboles. Pero los cultivadores sólo tienen que incluir 25% de especies autóctonas para poder optar a las subvenciones del gobierno. En Kenia y Brasil, las hileras de eucaliptos crecen en terrenos que antes eran bosques y sabanas de gran riqueza ecológica. En Perú, una empresa llamada Reforesta Perú está plantando árboles en tierras amazónicas degradadas, pero cada vez utiliza más eucaliptos y tecas clonados, destinados a la exportación.

Los inversores los prefieren porque tienen mejores precios, dice Enrique Toledo, gerente general de Reforesta Perú. “Son especies muy conocidas internacionalmente y hay una demanda insatisfecha de madera”.

Cuando investigadores del University College de Londres y de la Universidad de Edimburgo evaluaron los compromisos nacionales de reforestación y restauración, descubrieron que el 45% implicaba “la plantación de amplios monocultivos de árboles como empresas rentables”.

La misma especie en todo el mundo

Cuando las empresas prometen plantar un árbol por cada compra de un determinado producto, suelen hacerlo a través de grupos sin fines de lucro que trabajan con comunidades de todo el mundo. La ayuda puede reforestar tras los incendios forestales o proporcionar árboles frutales y de frutos secos a los agricultores. Pero incluso estos proyectos pueden comprometer la biodiversidad.

El planeta alberga casi 60.000 especies de árboles. Un tercio de ellas está en peligro de extinción, principalmente a causa de la agricultura, el pastoreo y la explotación. Pero en todo el mundo sólo se planta una mínima parte de las especies, según los grupos de plantación de árboles y los científicos.

“Se plantan las mismas especies en todo el mundo”, afirma Meredith Martin, profesora adjunta de silvicultura de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, que descubrió que las iniciativas de plantación de árboles sin fines de lucro en los trópicos tienden a dar prioridad a las necesidades de subsistencia de las personas sobre la biodiversidad o el almacenamiento de carbono. Con el tiempo, dijo, estos esfuerzos corren el riesgo de reducir la biodiversidad en los bosques.

Los grupos de plantación de árboles sin fines de lucro suelen decir que plantan especies no autóctonas porque las comunidades locales se lo piden. Pero un compromiso más profundo puede dar lugar a una historia diferente, dijo Susan Chomba, que supervisa la restauración y conservación de los bosques en África para el Instituto de Recursos Mundiales, un grupo global de investigación sin fines de lucro. Cuando se les da la oportunidad de considerar lo que quieren conseguir en sus tierras, los agricultores recuerdan, por ejemplo, que cuando tenían más árboles, también tenían arroyos, dijo. Quieren recuperar el agua.

“Entonces se les dice: ‘Según sus conocimientos tradicionales y locales, ¿qué tipo de especies de árboles son adecuadas para devolver el agua al ecosistema?”. continuó Chomba. “Te darán toda una serie de especies de árboles autóctonos”.

Un obstáculo importante es la falta de oferta en los bancos de semillas locales, que suelen estar dominados por especies comerciales populares. Algunos grupos superan este problema pagando a personas para que recojan semillas de los bosques cercanos.

Otra solución, según los expertos, es dejar que los bosques vuelvan por sí solos. Si la zona está ligeramente degradada o se encuentra cerca de un bosque existente, un método llamado regeneración natural puede ser más barato y eficaz. El simple hecho de vallar ciertas zonas para evitar el pastoreo suele permitir que los árboles vuelvan a crecer, con la consiguiente retención de carbono y biodiversidad.

“La naturaleza sabe mucho más que nosotros”, afirma Chazdon.

New York Times. Especial

AP

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