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El rito mágico de Anne Dutoit, la hija de Martha Argerich

De miércoles a domingo, en la sala Cunill Cabanellas del San Martín, con dirección de Betty Gambartes y sobre una idea original compartida entre ésta y el músico Diego Vila, la actriz suiza Anne Dutoit Argerich (hija de Martha Argerich, la prestigiosa pianista argentina) desmenuza pasajes de la vida dramática de Clara Wieck Schumann, la más importante mujer pianista del siglo XIX, en la obra ¿Quién es Clara Weick?.

Como un hechizo que atraviesa el tiempo, cada noche el espíritu de Wieck (Alemania, 1819-1896) toma posesión del cuerpo de Anne, para un conjuro que se repite invariablemente pero que nunca es el mismo.

Anne Dutoit Argerich en “¿Quién es Clara Wieck?”. Foto Lucía Merle .

Anne es una de las tres hijas de la genial pianista argentina Argerich. La hija del medio. Pero ella nunca quiso estar en el medio. Su padre es Charles Dutoit, un afamado y reconocido director de orquesta suizo. Con semejantes antecedentes familiares, Anne de niña se encontraba tironeada por estas dos presencias insoslayables.

-Hablando de presencias, ¿cómo es la sombra que Martha proyecta sobre Anne?

-Jajajá, con su pelo que le cae así… (hace un gesto exagerado)

-Sí. ¿Es liviana o es más bien pesada esa sombra?

-Si vamos a ver mi vida desde el principio hasta ahora, obviamente tener esta madre fue un desafío; no fue fácil al principio. Porque nací con la idea de que tenía que tener un talento fuera de lo normal, como ella, o una pasión como mi padre. ¡Y yo estaba en el medio! Y pensaba: “Quiero ser normal, ¡¿okey?! No necesito esto”.

-Y tus padres se miraron y dijeron: “¿De qué está hablando la niña?”.

-¡Claro! Por eso me fui a los Estados Unidos. Hice allá mi doctorado en Letras y… tenía que escaparme de ese escenario, de todo lo que tenía que ver con las artes. Muy pronto me di cuenta que el colegio era mi lugar seguro. Me fui y eso me salvó de muchas maneras.

Anne en la obra dirigida por Betty Gambartes. Foto Carlos Furman.

-Qué bueno que pudiste hacerlo.

-Sí. En cierta forma fue como el camino del héroe, que tiene que hacer todo un recorrido para luego volver al mismo lugar, pero de manera distinta. Siento que estoy volviendo al lugar donde me siento bien. Y ahora no la tomo a mi madre como un peso, sino como una inspiración.

“Ahora no tomo a mi madre como un peso, sino como una inspiración”

Anne es de gestos ampulosos pero femeninos. Y risa fácil. Suelta la carcajada, sacude su melena de leona y siempre está al borde de la silla. Obviemos la silla. Siempre está al borde. Se conoce que ésta es su verdadera personalidad. Y cuando no encuentra las palabras exactas en castellano intercala alguna frase en inglés.

-Para una persona que viene de Europa lucís muy latina.

-Jajajá… me encanta cómo entrás en el subject (tema)… No sé, ¿en qué sentido me lo decís?

-Sos muy sanguínea, emociones a flor de piel, la risa fácil.

Anne Dutoit Argerich junto a Betty Gambartes. Foto: Emmanuel Fernández.

-Los argentinos tienen una idea de Europa del norte que es un poco equivocada. Pero obviamente tengo una madre argentina; no soy totalmente suiza. Y mi padre, que es suizo, es divertido. Me siento muy cómoda acá, en Argentina, porque de verdad puedo ser un poco más loquita…

-Si analizáramos el Ying y el Yang, ¿tendrías más que ver con el Caos o con el Orden?

-Tuve la suerte de estar en los dos mundos. Uno donde todo es previsible y organizado, como Suiza, pero dentro de una casa que no era así. Vivía en una casa muy artística, con mi madre y mis hermanas, y venían muchos artistas. Nada que ver con Suiza, donde todo cierra a las seis de la tarde. Obviamente conozco esa estructura, pero en mi casa no había horarios.

Una exploradora

La hija de la famosa Martha Argerich se luce en el San Martín con la obra de Betty Gambartes y Diego Vila. Foto: Carlos Furman.

Ya más grande, Anne un día decidió abandonar la comodidad de su status quo y un modo de vida típicamente norteamericano para dedicarse a la actuación. En propias palabras, se reconoce como una buscadora, una exploradora.

-Parece que tu personalidad es como un tsunami. ¿Fuiste la rebelde de la familia?

-Sí. ¡Soy la que me fui! Viajé desde muy joven, me gustaba aprender idiomas. Me fui de Suiza a los 18 para estudiar. No quería estar vinculada a mi familia y a esa cultura. Quería ir a los Estados Unidos como mi héroe, Indiana Jones. Seguro que lo leíste ¿no?

-No, pero vi todas las películas de Spielberg… ¿sirve?

-Si, si. Cuando vi la película dije: “Quiero ser como él”. ¡Yo quería ser él desde niña!

-Ahá, una versión femenina de Indiana, okey.

-De hecho empecé a estudiar griego y latín. Quería ser arqueóloga. Pero me di cuenta que no era tan sexy ser arqueóloga. No es como que vas a ir a un lugar y encontrar la Fuente de la Verdad.

Una especie de topadora

Un cuadro de “¿Quién es Clara Wieck?”, protagonizada por Anne Dutoit Argerich. Foto: Carlos Furman.

Esta mujer es una especie de topadora. Jamás se interpongan entre ella y su deseo, a menos que quieran pagar el precio. Esto lo saben muy bien un par de maridos que quedaron por el camino. Cuando se mudó a los Estados Unidos, Anne recibió una licenciatura en Literatura Comparada de la Universidad de Princeton, y un doctorado en Filología Francesa y Romántica de la Universidad de Columbia, en Nueva York.

-Hablemos de esa etapa en Estados Unidos. Da la impresión de que habías comprado un paquete que no era tuyo, y te diste cuenta y lo dejaste y buscaste otra cosa. ¿Fue así?

-Sí. ¡Compré un súper pack! Pero no fue una elección consciente. En ese momento me gustó estudiar y hacer mi doctorado, pero sentía que ser profesora en una universidad no era para mí.

-¿No te gustaba enseñar?

-Sí me encantaba enseñar, porque para mí es como hacer un espectáculo. Yo entraba, hablaba con mis alumnos y sentía que realmente estaba comunicándome con ellos. Era como un escenario. Pero sentía que estaba perdiendo mi tiempo. Poco a poco me fui dando cuenta de eso. El paquete también fue instalarme. Tuve dos hijos, y eso fue fantástico. Y dos casamientos.

“¿Quién es Clara Wieck?”, de Betty Gambartes y Diego Vila. Foto: Carlos Furman.

-Noto que no utilizaste la palabra “fantásticos” para estos últimos.

-No, bueno, terminaron…así que…

-¿Para vos es difícil convivir?

-Es un formato raro. Y cuando tenés hijos todo cambia, la pareja ya no está en el centro. Pensaba más en compromisos. Y de pronto me encontré como en la serie Amas de casa desesperadas.

-¿Cómo es eso?

-Estaba en Arizona, en los suburbios de Phoenix, que es una ciudad sólo para coches, muy rara, surrealista, con casas iguales, y rodeada de personas con un estilo de vida que no era el mío. Y yo me decía: “¿Qué estoy haciendo acá? Tengo una casa, un coche, trabajo, tengo todo lo que parece bien, pero la verdad que no me siento bien. ¿Esto quiero?” Entonces destruí todo. Tuve una depresión. Fue mi crisis.

-¿Existencialista?

-Sí, absolutamente. Tenía ansiedad, sentía que me estaba ahogando. Siempre fui una persona inquieta, de buscar. Y todavía estoy buscando. Para mí la vida es eso, no es quedarse en un lugar.

Anne Dutoit Argerich. Foto: Lucía Merle.

-¿Cómo te llevás con tus hermanas, Lyda (Chen, violista) y Stephanie (Kovacevich, cineasta)?

-(lo piensa) Ehhh… bien, pero digamos que no tenemos un contacto muy seguido. No hablo con ellas porque no vivo en Suiza en este momento. Quizás hablo más con Stephanie, pero con cada una tengo una relación diferente y cercana. Somos muy diferentes las tres, cada una con sus cosas, como en todas las familias.

Quién es Clara

El movimiento artístico mundial conocido como Romanticismo se produjo en el siglo XIX y abarcaba distintas artes. En música se reconocen básicamente tres períodos. En el del medio (1830 a 1850 aproximadamente) es cuando aparecen virtuosos dispuestos a impactar la escena. En violín destaca el genovés Nicoló Paganini. En el piano un increíble Franz Liszt.

Verdaderas luminarias (precursores absolutos de la estrella de rock), que ya entonces hablaban de realizar “recitales”.

La llegada de los trenes y de los buques a vapor ayudaron a las primeras giras extensas por toda Europa. Y allí es donde se cuela entonces la figura bravía de una mujer que no concebía la palabra “límites” en su vocabulario. Era Clara Wieck, hija del profesor que le enseñaba música a Robert Schumann.

Para muchos, Clara (que a pesar de la prohibición de su padre se casará con Schumann y tendrá ocho hijos mientras recorre el continente con su música, entre otras cosas para pagar los tratamientos de salud de su marido) fue una especie de contrafigura femenina de Liszt. Puro virtuosismo. En su caso mezclado con rebeldía y un espíritu de lucha a prueba de balas.

Un pasaje de la obra creada por Betty Gambartes y Diego Vila, con Anne Dutoit Argerich. Foto: Carlos Furman.

Pero hoy Clara es Anne. O Dutoit Argerich es Wieck, como prefieran. No hay que ser muy avispado para entender por qué. Sólo estar sentado frente a esta mujer que contesta las preguntas.

-La vida de Clara Wieck tiene muchos puntos de contacto con vos y también con tu madre.

-Mi madre tuvo una niñez muy especial, que yo no tuve. Una niñez de soledad; tuvo que resignar su niñez para ser pianista y trabajar desde muy joven, con mucha presión, mucha exigencia. Fue un poco como Michael Jackson, que era un niño prodigio con un padre muy exigente y tuvo una niñez tremenda. Trágica, de hecho.

-No es algo fácil.

-Creo que hay mucha tristeza en niños así, que no pueden tener amigos, no pueden ir al colegio y no tienen una vida normal. Y tuve el ejemplo con mi madre. Clara también era una niña prodigio, un poco diferente porque ella siempre estuvo encantada con ser pianista y se casó con Schumann, que era también pianista y compositor.

-Tu madre fue distinta en esto.

-Ella todavía tiene sus temas con eso; no pudo elegir su vida. Ese es el punto con mi madre que me ayudó mucho. La soledad. Cuando me estaba preparando para este rol, acá en Buenos Aires, casi ni salía. Sentía que tenía que estar sola para entender esa soledad. Estar sola en el escenario, enfrentar el mundo así, viajar sola, volver sola a tu hotel. Hay ahí un sacrificio personal muy grande.

-¿Qué más te ayudó?

-Luego está el lado germánico, que yo lo tengo. Esa cosa del deber a través del sacrificio. Eso no lo podés cuestionar. No vas a pensar en tu felicidad sino en hacer lo que tenés que hacer para ser lo que tenés que ser. Estudié alemán también y me ayuda mucho a entrar más en el personaje, hay algo ahí que me hace que me ponga en la piel de Clara.

Diego Vila, co autor de “¿Quién Clara Wieck?”. Foto: Emmanuel Fernández.

-¿Te sentís orgullosa de vos misma?

-Mi madre está orgullosa de mí. Me dice que soy la revolucionaria de la familia. Siento que luché mucho, que tuve que pasar por momentos muy difíciles. Enfrentar muchos cambios. Estoy agradecida de las personas que aparecieron en mi vida y me ayudaron. También de mis padres, obviamente. Una gran inspiración los dos.

-De pequeña escuchaste mucha música clásica, pero ¿qué pasa con el rock?

-Esta mañana estuve escuchando Snoop Dog, porque mis hijos (uno de 19 años y el otro de 12) me mandan muchas cosas.

-Snoop es más hip hop y rap que rock.

-Sí, rap. Rock sí, me gusta. Queen me encanta, Los Rolling, The Beatles. Pero también AC/DC… Tengo mis cosas. Michael Jackson me parece un genio total, Prince…

Anne Dutoit Argerich en “¿Quién es Clara Wieck?”. Foto: Carlos Furman.

-¿Qué conocés del rock argentino?

-No conozco nada, ¡qué horror!

-¿Pero escuchaste hablar de Charly, Spinetta o Soda Stereo?

-Sí, pero no escuché su música… ¡me tienes que mandar cosas de ellos!

-¿Mercedes Sosa o Astor Piazzolla?

-Siii. Gardel, el tango, el Polaco Goyeneche me encanta. Y escucho mucho jazz. Ella Fitzgerald, Nina Simone, Erroll Garner.

Roberto Goyeneche, uno de los músicos favoritos de Anne.

-Te gustan mucho los pianistas, ¿o será que no te queda más remedio?

-Me parece que el piano es un instrumento increíble, porque tenés tantas posibilidades. Pero no sé tocarlo. Me gustan los virtuosos del piano. Liszt y Clara Schumann ya eran rockstars, como los de ahora.

-¿Cuándo viniste por primera vez a la Argentina?

-Vine con mis padres cuando tenía dos años. Después, cuando tenía 15 o 16 vine con mi madre, no sé si porque ella tenía un concierto. Pero encontré a mi tío y también a mi abuelo, que no conocía. Después empecé a volver mucho más seguido, hace como cinco años. Siempre quise pasar más tiempo acá, porque sentía que tenía que volver para esta búsqueda espiritual que tengo. También de mis raíces, y mi familia, entender un poco mi pasado. Y también mi parte judía, porque mi abuela era judía, vivía en Entre Ríos.

-¿Pensás que Clara Wieck llegó de casualidad a vos?

-No. De hecho mi coach de teatro en U.S.A. me decía siempre: “El papel te elije a vos”. Sentí eso.

Retrato de Anne Dutoit Argerich.

-¿Pero y por qué Clara te eligió? Ni siquiera tocas el piano.

-No toco el piano pero soy música sin serlo, llevo la música adentro. Para mi es totalmente natural, desde la panza de mi madre. Y el oído es el primer sentido que tenemos parece.

-¿Qué te gusta de esta obra?

-Que es una historia de amor. Es amor romántico y es trágico. Pero también hay amor por la música, por los hijos, por Brahms. Esa mujer finalmente tuvo una vida tan llena y tan mágica que, bueno, no quiero saber por qué me eligió a mí! (se ríe) Pero es así.

-¿Entonces para vos el amor tiene algo de trágico?

-Sí, si vos amas completamente no podés tener miedo. Hay que ser vulnerable para realmente amar. Soy la más romántica de todas, eh. Voy a full en una cosa y después…. ¡pam!, me mato. Luego me levanto y digo… okey, vamos de nuevo.

-¿Qué otras cosas te enseñó Clara Wieck?

-La resiliencia. Admiro esto, frente a la dificultad. Luego no darle mucha bola a lo que la gente piensa. Y si tenés una convicción personal, seguirla. Y eso te mantiene auténtico, que es otra gran cosa.

MFB

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