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A 20 años de la crisis de 2001, una muestra rescata el arte político que surgió del estallido

Mediante archivos, obras y acciones, “19 y 20” dialoga con la catástrofe social y genera distintas emociones en los visitantes. Puede verse en el Centro Cultural Haroldo Conti.

La muestra “19 y 20″ dialoga con la catástrofe social y genera distintas emociones en los visitantes. (Foto: Muestra “19 y 20”)

Además de “Memoria del Caos. De la atomización a la organización popular”, en la Casa del Bicentenario, que reúne fotografías, instalaciones y videos para traer al hoy las jornadas del 19 y 20 de 2001, se destaca, por el enorme trabajo de investigación que tiene detrás, la muestra “19 y 20”, que puede verse en el Centro Cultural Haroldo Conti.

La propuesta se distingue por su originalidad, cuando las famosas imágenes de los fotorreporteros, aunque jamás pierden potencia, ya son materia conocida. Casi lo mismo de siempre. Lo que se puede ver en El Conti, en cambio, es otra cosa (aunque también incluye algunas de las fotos emblemáticas, como la imagen de Ali Burafi, en la que una multitud avanza sobre enormes cascotes en primer plano, por una ciudad en ruinas).

Loreto Garín Guzman y Natalia Revale, curadoras de la muestra “19 y 20”. (Foto: conti.derhuman.jus.gov.ar)

El Conti es un enorme espacio ubicado en el predio del Espacio de Memoria (ex Esma), que permite un despliegue ambicioso e invita a un recorrido sin apuros. Las curadoras, Loreto Garín Guzman, que es chilena pero lleva muchos años viviendo en la Argentina, y Natalia Revale, funcionaron casi como arqueólogas del arte político contemporáneo. Sumergiéndose en búsquedas de aquellos colectivos, pero también de algunos artistas individuales, que irrumpieron con fuerza, o acompañaron, el estallido social.

La relación del arte y la política, uno de los temas que explora “19 y 20”

Los “archivos, obras y acciones que irrumpieron en la narrativa visual de la crisis de 2001″ provocarán así, expuestos veinte años después, cosas muy distintas en el visitante. Los más chicos (recibieron numerosas visitas de escuelas) descubrirán acaso algo de la relación entre arte y política, o sobre la idea del espacio público como escenario de intervención artística. O quizá sobre la capacidad de la mirada artística de contribuir a pensar fenómenos sociales, en esta caso traumáticos y dolorosos (y con tantos agujeros por cerrar todavía, veinte años después).

En tanto, los que vivieron ese momento no quedarán indiferentes, en una muestra marcada por la acción de colectivos, que refleja a la sociedad toda, pero que despertará experiencias subjetivas según lo que vivió cada uno.

Los trabajos abarcan el antes y el después. Los 90, con los efectos de las privatizaciones menemistas, las fábricas cerradas (Bruckman, Zanon), las intervenciones y performances que satirizaron las bajadas de la política, bastante antes del que se vayan todos, en todo el país. Ahí está, por ejemplo, el trabajo de El Chancho y el Corpiño, de Córdoba, que respondió al “hay que poner el pecho” del gobernador Angeloz con un corpiño gigante que interrumpió la calle. Y el trabajo del Taller de Serigrafía Popular, y sus remeras y stencils, más arte callejero.

La muestra se divide en Zona fábricas, que reúne a muchas de las obras ya mencionadas; Zona banquetes, con instalaciones e intervenciones que quisieron denunciar el hambre. Y Zona Violencia, claro. Ahí está Caminante, un trabajo de Eduardo Molinari, que registró edificios con fuerte carga simbólica, vinculados al trabajo, y los intervino, registrando visualmente algo de la tensión, de la tormenta que se venía, meses antes del estallido.

Algunas de las obras más impactantes de la muestra “19 y 20”

También está La Bola Bala, con la que el grupo Arde! realizó una acción participativa en 2005, al cumplirse tres años de la Masacre de Avellaneda. Una escultura de alambre tejido con casquillos de bala y cartuchos de escopeta vacíos, que se llevó rodando a lo largo de toda la movilización conmemorativa, en el Puente Pueyrredón.

“Bola Bala”, una escultura del colectivo Arde!. Se trata de una escultura de alambre tejido con casquillos de bala y cartuchos de escopeta vacíos. (Foto: Muestra “19 y 20”)

Impresiona, por la contundencia de su simbolismo (y su actualidad) El Burladero, de Esteban Álvarez. Una instalación con chapas abolladas, como las que cubrían los bancos cuando los jubilados, desesperados por sus ahorros, salían a golpear las puertas. El artista moldeó, con golpes parecidos, las figuras que aparecen en los billetes de dólar.

Entre los colectivos, obra de artistas consagrados, de distintas generaciones, desde León Ferrari a Tomás Espina, con una enorme manifestación, que debe verse a cierta distancia, “dibujada” con pólvora.

Salir de allí, con la cabeza cruzando recuerdos personales y memorias refrescadas por los archivos expuestos, implica atravesar otro espacio de memoria. Uno que no debió teñirse de politizaciones partidarias, pues aquello es de todos, pero que, aun así, dialoga de manera especial con ese diciembre de 2001 que se condensa en el CC Conti. Alrededor, los árboles, testigos discretos de las historias humanas, invitan a un silencio que se agradece.

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