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Graciela Camaño vs. Luis Barrionuevo: secretos de un divorcio en guerra

Néstor Kirchner y Cristina estuvieron casados 35 años. Juan Domingo Perón llegó a estar 13 con Isabel y casi siete con Eva. En las tres parejas pasó lo mismo: como habían jurado en el altar, fue la muerte la que los separó, pero no sin antes dejar sus nombres y apellidos grabados para siempre. El caso de Graciela Camaño y Luis Barrionuevo, quizás el matrimonio político argentino más famoso luego de los mencionados, se parece en el sentido de que ellos también dejaron su huella en la historia local. Pero hasta ahí llegan las similitudes. Primero porque esta unión duró 45 años, varios más que los otros, y segundo porque no fue la muerte la que los dividió sino algo mucho peor: fueron traiciones, peleas familiares, guerras sindicales y una disputa por una caja de millones de dólares lo que rompió para siempre y en pedazos a esa unión. Salvése quien pueda.

Grieta. Hace unos minutos toda la Cámara de Diputados aplaudió a Graciela Camaño. En el medio de la jura de los nuevos legisladores la diputada -que va por su octavo mandato, lo que la convierte en la política con más antigüedad del recinto- había pedido la palabra para disparar munición gruesa. “¿De qué sirve la ‘a’, la ‘e’, la letra que quieran, si en este lugar, en el que decimos que tiene que haber paridad y perspectiva de género en la sociedad, no reconocemos las cualidades de nuestras mujeres?”, dijo, haciendo teatrales pausas entre sus palabras, mientras que el recién asumido Florencio Randazzo -uno de los ocho que integra junto a Camaño el bloque del Peronismo federal– la miraba desde la banca de al lado. Ella se estaba quejando de que a ninguna de las nuevas comisiones de la Cámara la presidía una mujer, lo que provocó el reconocimiento de todas las presentes, sin distinción de bandera o partido. Se sabe que para Camaño los asuntos de género son importantes: no sólo es autora de la Ley de Cupo Femenino Sindical, sino que durante décadas batalló para que no la llamen “la mujer de Barrionuevo”, como podría atestiguar la mejilla de Carlos Kunkel. Por eso su discurso despertó repercusiones, al punto de que cuando terminó la sesión varias cámaras y cronistas se abalanzaron sobre ella. También estaba NOTICIAS.

“No soy una actriz ni nadie del espectáculo para andar hablando de mi vida privada, no voy a hablar del tema ni de un sindicato con el que no tengo nada que ver”, le dijo la diputada a este medio, que la consultó sobre la separación que tiene convulsionado a todo el gremialismo. Cinco días antes se habían enfrentado su hermano, Dante, al delfín de su ex marido, en las elecciones de la seccional Capital de Gastronómicos -Barrionuevo la dirije a nivel nacional- y las esquirlas seguían frescas.

Cuando gambeteó a esta revista Camaño no lo sabía, pero estaba, por primera vez en mucho tiempo, a punto de coincidir con su ex marido. Es que Barrionuevo tampoco quiso hablar “del tema”, aunque lo hizo respetando su estilo. “Sigan pelotudeando con esas tapas”, contestó sin medias tintas el sindicalista al llamado de este medio, que se hizo después de que Camaño se fuera apurada de Diputados a una reunión con la UIA. Lo que no logró el amor, que parece extinto entre ellos, lo logró NOTICIAS: ambos se pusieron de acuerdo en esquivar la consulta periodística.

Camaño, eso sí, fue un poco más intuitiva. Desde el auto que la llevaba a la reunión con los empresarios compartió en su Twitter una frase de Bob Marley: “No vivas para que tu presencia se note, sino para que tu ausencia se sienta”. Pero el músico de reggae se quedó corto en este caso, porque la ausencia de Camaño hace más que sentirse: provocó una explosión nuclear en el sindicato -y en el poder- de su ex pareja.

Historia. Cuando Camaño y Barrionuevo se conocieron, Perón todavía amagaba con volver al país, Montoneros era la agrupación política más importante de Argentina, la Unión Soviética le metía suspenso a la Guerra Fría, Charles Manson era condenado a muerte en Estados Unidos, y en México “El Chavo del 8” emitía su primer programa. Era el arranque de 1971. Ella había llegado hace poco a Buenos Aires de su Chaco natal, y después de años de ganarse el pan trabajando como operaria en una fábrica de zapatos y luego como vendedora de una boutique, había logrado cierta estabilidad con un puesto fijo en la delegación del Ministerio de Trabajo en San Martín. Ahí iba un joven -“y muy apuesto”, según ella- Luis Barrionuevo, que estaba haciendo sus primeras armas en la lucha gremial. En un ambiente de rosca política nacería el amor, y también es ahí donde se cocinan las cenizas de lo que fue esa pareja. Cinco décadas después, lo único que sigue en pie son las repeticiones del “Chavo”.

En los 45 años que duró el matrimonio ella se recibió de abogada, llegó a ser diputada -y actual integrante del Consejo de la Magistratura- y ministra de Trabajo durante el Gobierno de Duhalde, y él fue diputado, senador, varias veces candidato a gobernador de su Catamarca natal, presidente durante más de una década de Chacarita Juniors, interventor del PJ, secretario de la CGT, eterno titular de UTGHRA desde 1985 y hombre fuerte del gremialismo. Pero la dupla, que tuvo dos hijos, llegaría a ser mucho más que eso: Barrionuevo quedaría en la historia por ser uno de los íconos del sindicalismo podrido, con sus célebres frases como “hay que dejar de robar por dos años”, “en Argentina nadie se hizo rico trabajando”, “de Menem soy recontra alcahuete” o “con los militares se negociaba”, y por las interminables acusaciones de corrupción que pesan sobre él, mientras que ella se iría despegando de ese lugar, con actos como por ejemplo afiliar al peronismo a un joven Sergio Massa, para convertirse en una de las referentes del PJ de la autoproclamada tercera vía. Son más que un matrimonio: es una dupla que sintetiza el último medio siglo de la historia argentina.

Por eso cuando en el 2012 la pareja empezó a dar signos de cansancio, muchos de sus amigos se sorprendieron. En aquel entonces Luis cumplía 70 años y organizó un megaevento para festejarlo. Varios de los asistentes cuentan que ya entonces la tensión con Camaño era palpable. En algún momento de esos meses ellos se separaron de hecho, aunque siguieron compartiendo el lujoso chalet de Villa Ballester que Barrionuevo le compró en 1989 a Abraham Awada, padre de la ex primera dama. Los que fueron compañeros de Camaño en el Frente Renovador, que ella ayudó a fundar, cuentan que para los años de auge de Massa ya Graciela hablaba pestes de “Barrionuevo”, al que en público jamás llamó por su nombre. “A mí, a principios del 2019, me dijo que directamente lo odiaba”, cuenta una de las espadas del massismo.

Ese vínculo, que ya no era personal, se sostuvo durante años por conveniencias políticas, sindicales y también patrimoniales. Pero no pudo resistir a la pandemia. A fines de 2020 ambos firmaron el divorcio. Graciela se quedó con la casa de San Martín y él se mudó a San Isidro.

Lazos de sangre. Dante es el hermano mayor de Graciela. Fue mozo y atendió la barra de Marrakesh -el boliche de moda en los 70 en donde frecuenteaba a Mauricio Macri-, aunque su verdadera pasión son los cuadros, un arte para el que le gustaría tener más tiempo y oficio, y la milonga. En 1972 su hermana le presentó a un joven novio. No se imaginaba que medio siglo después iba a estar en guerra abierta con él.

En 1984, un año antes de que Barrionuevo ganara el sindicato a nivel nacional, Dante se consagró líder de la seccional Capital, empujado por el esposo de su hermana. “Yo lo inventé y ahora me quiere cagar”, dice Barrionuevo, mientras que el otro (ver recuadro) se defiende diciendo que “si hubo una deuda, ya está pagada hace rato, a ese hijo de puta no le debo nada más”.

Cuarenta años después Camaño sigue en el cargo, o al menos eso dice él: el jueves 2 hubo elecciones en Gastronómicos -Luis, que no tuvo oposición, fue reelecto en su cargo por cuatro años más- pero en las votaciones en CABA Barrionuevo denunció fraude, mientras que Dante, que había gastado más de dos millones de pesos para contratar una empresa de seguridad para la ocasión, se quejó de que le mandaron barrabravas para apretar a los afiliados. Ahora tiene que definir la Justicia Electoral, aunque los que conocen el paño dicen que Camaño ganó en un porcentaje de 65% a 35%. No es para nada una elección más, y no sólo porque se enfrenten los ex cuñados: con 39 mil afiliados, la seccional CABA es la más grande de todo el país. Y, como el grueso de la caja de un sindicato es el aporte de sus trabajadores, es también la seccional que más recauda.

Dante es un fervoroso macrista, y de hecho todos los jueves en su sindicato se reúne el “peronismo republicano” que comanda Miguel Ángel Pichetto, y donde están Ramón Puerta y Miguel Ángel Toma, agrupación que tiene lazos con la Confederación de Trabajadores y Empleadores, la contracentral obrera que armó Patricia Bullrich y que busca ser el puntapié del sindicalismo amarillo. Por ser profundamente anti K es que cuando Macri perdió las PASO en el 2019, Camaño dolarizó todos los ahorros de su sindicato: son 36 millones, entre dólares y bonos, que Dante tiene guardados en un banco y que pertenecen a su seccional. Según el hermano de Graciela, toda la pelea con Barrionuevo es, lisa y llanamente, por esa plata.

Hay una verdad objetiva: los gastronómicos y hoteleros fueron los más golpeados por la pandemia. En CABA pasaron de 64 mil afiliados a 39 mil, y en algunos distritos se calcula que los trabajadores de ese rubro cayeron a la mitad por culpa del Covid. Por eso es que muchos, y Camaño entre ellos, dicen que Barrionuevo y el sindicato a nivel nacional andan atravesando una profunda crisis económica, y de ahí el avance sobre la seccional CABA. Esa asonada, además, incluye una doble traición: el candidato de Barrionuevo fue Humberto Ballhorst, que hasta el día de cierre de listas era la histórica mano derecha de Dante. Cerca de Barrionuevo niegan todas estas acusaciones y recuerdan que, por estatuto, los ahorros de cualquier seccional pertenecen al sindicato nacional. Es una amenaza apenas velada.

Se sabe que un sindicalista vale tanto como los afiliados que tiene su gremio. No sólo por la caja: la cantidad de trabajadores de un gremio es lo que le da poder a sus líderes. Barrionuevo anda tambaleando en ambas. Logró reimponer a Carlos Acuña en la cúpula de la CGT, pero es de los tres líderes el que menos poder tiene. Además, no sólo se le rebeló la seccional más grande del país, sino también la segunda, en Mar del Plata. Ahí ocurrió además un hecho novedoso (ver recuadro): los Moyano impulsaron al candidato, un gastronómico que era compañero de banco en el colegio de Facundo, que ganó. Si avanzaron sobre un distrito, ¿qué impide que avancen en otro ámbito, como la CGT? Donde hay sangre, hay tiburones.

Por todo esto es que Barrionuevo ensayó un giro de 180 grados. Luego de ser un profundo antikirchnerista durante décadas -“Néstor era un avaro que se cagó muriendo, líder del gobierno que más robó”, llegó a decir- y también de criticar en varias oportunidades y con dureza a Alberto Fernández, en octubre recibió en su gremio al Presidente y al ministro del Interior, “Wado” de Pedro. Ahí los llenó de elogios, actitud que luego repitió su delfín Acuña asegurando que la CGT “estaba para bancar” al mandatario en sus cruces con el kirchnerismo. Es un acercamiento fruto no sólo de la situación adentro de su sindicato, sino también patrimonial: el Estado le debe millones a las obras sociales y Barrionuevo y su gremio la necesitan con desesperación.

Bienes. Tanto Camaño como Barrionuevo se resisten a precisar sobre los motivos de su separación. También, más allá del chalet de Villa Ballester de 245 metros cuadrados en el que se quedó ella, es un misterio lo que pasará con los bienes que compartían. Hay una casa en Pilar de 260 metros cuadrados, otra propiedad en Mar del Plata de 200 metros, un local en San Martín, un lote en Valeria del Mar, un Audi Q5 modelo 2013, y una sociedad llamada Bellota SA, dedicada a la organización y gestión de prácticas deportivas, incluidos el fútbol y el golf, dos pasiones de Barrionuevo. Todo está reflejado en la declaración jurada de ella ante el Congreso ya que los sindicalistas aún no presentan rendiciones de cuentas públicas, pero está claro que Luis no tiene una billetera flaca.

Hay algo seguro: la política argentina perdió a uno de sus matrimonios más célebres. ¿Quienes se animarán a ocupar ese lugar?

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