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Estrenos de la semana: con la extraordinaria Petite Maman y Spider-Man: sin camino a casa, revancha para superhéroes

Cine de guión y universos que se expanden, las propuestas para ir al cine.

Petite Maman ★★★★½

Alguien que muere es una habitación vacía. Un espacio de representación del ausente, una anomalía cuando una niña recorre las habitaciones de un geriátrico, ocupadas por señoras mayores que la saludan, hasta llegar a la que pertenecía a su abuela, que ya no está. Es la secuencia introductoria de Petite Maman, la película de Celine Sciamma (Retrato de una mujer en llamas) que por fin se estrena en salas de cine: donde debe verse.

Una secuencia que, como todo en este film breve, austero en su forma, ambicioso en su contenido, es puro cine. Pura imagen, sin apenas palabras. Entre esa niña y su madre, que se ha quedado sin mamá. Un viaje en auto hacia una casa de campo, en un bosque, abrirá nuevos espacios, otras habitaciones que se han quedado sin la presencia de su dueña. Ahora es Nelly, que tiene 9 años, la que observa esos pasillos y duerme bajo esos techos, que también son un poco suyos.

Observa y juega, y toma leche con cereales, y sale a pasear por el bosque, luego de que la madre se vaya sin darle explicaciones, y la deje con el padre, acaso superada por el duelo. Los adultos y sus mundos. Así que Nelly juega sola, y luego con una amiga que resulta vecina, se llama Marion y tiene su misma edad. No conviene contar demasiado acerca de este cuento, con ánimo de fábula, o de cuento de hadas contemporáneo. Que tiene la sutileza suficiente como para no cargar ninguna de esas tintas sino, por el contrario, la habilidad para que el realismo vire hacia territorios del fantástico sin que nos demos cuenta.

Un camino de descubrimiento que el espectador transita con una notable fluidez, gracias a un film dominado por esas dos pequeñas protagonistas. Niñas siendo niñas, niñas entendiendo todo lo que pasa y haciéndonos acordar que, en la infancia, por suerte, eran tan reales los juegos en una casa armada con ramas como los silencios e insondables cambios de humor de nuestros mayores. Sciamma propone una travesía llena de belleza. La fotografía de Claire Mathon, que jamás cae en preciosismos. El uso de la música y, agradecidos, la falta de ella.

Con puntos en común con otros films memorables, como Yuki&Nina, de Nobuhiro Suwa e Hippolyte Girardot, en el que dos amigas escapan a un bosque, y del divorcio de unos padres que las llevarían a países distintos, o como Verano 1993, sobre otra niña, Frida, en pleno duelo, y mundo adulto, y juego. Aunque Petite Maman es cine de guión y actores pareciéndose a las joyas animadas de Miyazaki, especialmente a Mi vecino Totoro.

Ciertamente, esta película hecha en pandemia parece muy pensada y “muy escrita”. Y acaso algo de esa planificación exhaustiva se termine transmitiendo, a pesar de la frescura de las niñas, en algunas líneas demasiado adultas y literarias. Pero esto no llega a atentar contra su magia, su capacidad de sorpresa, su poética del crecimiento visto como un cuento de las buenas noches. Si les gusta el cine, no se la pierdan.

Spider-Man: sin camino a casa ★★★½

Cuando empezaron a circular los rumores de que la nueva película del Hombre Araña reuniría, y recuperaría, a sus históricos villanos, empezaron a circular también los ejércitos de haters. Que el archivo denotaba falta de ideas, que la apelación a la nostalgia ya estaba desgastada. Que se volvía la mirada, en un gesto conservador, hacia los films de Sam Raimi, disruptivos y creativos para muchos, sobrecargados para otros. La trilogía que, entre 2000 y 2004, tuvo a Tobey Maguire como Peter Parker-Spiderman. Y que casteó actores de primera línea para los villanos icónicos de la historieta.

En Spider-Man: no way home, tercer film con el inglés Tom Holland como protagonista (sin contar sus apariciones en otras películas del MCU) Willem Dafoe y Alfred Molina recrean sus roles emblemáticos. El millonario loco Duende Verde, con esa sonrisa terrorífica, y el científico más loco, el Dr Octopus. Tal y como los recordabas, gracias a los favores de la tecnología. Que puede verse un poco rara, en su afán rejuvenecedor, pero que tiene sentido en términos de la trama.

Claro que ellos no serán los únicos problemas para Parker, el irresistible super héroe niño. Algunos de sus otros problemas tendrán la forma de una pila humana, Electro (Jamie Foxx), junto a otras criaturas que provienen de otros “universos cinemáticos”, en los que en lugar de Maguire Parker era Andrew Garfield.

La identidad, asunto central en el mundo de Parker, se retoma en la crisis que dejó la película anterior, Far from home, cuando el secreto de Peter se hizo público. Y lo que eso puso en tensión con sus amigos y su chica, MJ (Zendaya). Más asuntos de los que se ocupa la nueva película, en su primer tramo, con ese clima de —encantador— film de adolescentes, de estudiantina, que tuvieron las anteriores. Los universos de la industria, Marvel-Sony en este caso, se extienden, se expanden, se cruzan en caminos nuevos y misteriosos. Y ahí aparece Dr Strange (Benedict Cumberacht), para ayudarlo, con un hechizo y una presencia que marca un aumento del volumen, cuando empieza al rock and roll para Sin camino a casa.

La habilidad del otra vez director John Watts para amalgamar la cantidad de personajes, villanos y objetivos, mientras el tono va y viene entre la comedia de acción y las notas más oscuras, es notable. La empresa era difícil: conjugar los multiversos de los films anteriores en una secuela que los abarque a todos. Que navegue la nostalgia, con personajes familiares, sin hundirse en ella. Antes de que termine un año con pasos en falso para el universo post Avengers, como Eternals, Spiderman dice que, para los que disfrutan de pasar un buen rato con historias comiqueras bien contadas, todavía hay esperanzas.

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