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Una serie ideal para apurados: los capítulos de El tiempo que te doy duran sólo 11 minutos

El streaming, como la vida, cada tanto te da sorpresas. Y, en medio de catálogos estridentes con biopics de Diego Maradona, de Luis Miguel, con tanques estadounidenses y con pomposas adaptaciones de sagas literarias, puede acurrucarse una delicia como ésta: El tiempo que te doy, una muy buena serie española… en frasco chico.

Convengamos que los estantes de Netflix no son muy del frasco chico, pero aquí exhibió uno y, a pocos días de su estreno, sus diez episodios de 11 minutos ya dan que hablar, mucho y bien en casi todo el mundo. Lo del tamaño del envase refiere, en este caso, a su duración, y revalida aquel viejo refrán no siempre aplicable de “lo bueno viene en frasco chico”.

El tiempo que te doy sabe qué y cómo contar el cuento que se propuso: el viaje del amor al desamor y viceversa. ¿Se puede acaso ir del desamor al amor? Pues en esta serie sí, porque el formato elegido para abordar la relación de Lina y Nico es tan novedoso como efectivo.

Juntos en la madrugada: así fue el primer encuentro entre Lina (Nadia de Santiago) y Nico (Álvaro Cervantes).

El primer episodio cuenta, según su título, “1 minuto de presente y 10 minutos de recuerdo”. Los siguientes van cambiando la fórmula, sumando un minuto en una columna y restándosela a la otra -siempre sobre la base de los once-, y llegar así al capítulo final con “10 minutos de presente y 1 de recuerdo”.

En el primer envío, ese minutito del aquí y ahora nos da la pauta de que ya nada es lo que era entre los protagonistas, y en esos diez restantes que viajan al pasado se ve el comienzo del amor, de madrugada, en una playa junto al mar, como empleados de un hotel. Ella se ocupa de la limpieza y mantenimiento nocturno, él de las clases de buceo. Y no tarda en llegar el primer beso.

Protagonizada por Nadia de Santiago (Lina) y Álvaro Cervantes (Nico), está ficción española está creada y coguionada por ella, una de Las chicas del cable. Aquí, rememorando sus tiempos adolescentes, la actriz se animó seriamente a desdoblarse en una historia y no sólo a poner el cuerpo frente a cámaras.

El resultado es una producción bella, profunda, diferente, con algunas postales autobiográficas, pero sin perder jamás de vista qué pasó con esta pareja que se fue construyendo en base a deseo, amor, algunas concesiones (mudanzas que luego pasan factura) y cierta desilusión. Para ella fue su primer gran amor.

La serie cuenta los buenos biejos tiempos. Y los de ahora.

En los ratos de presente, camino a los diez minutos finales, se la ve sola, recordando, con autocrítica y nostalgia.

Entre las mejores cosas de esta ficción se articulan las dos composiciones, en las que no hay espacio para alguna referencia de Marga (su tímida chica del cable) o de los galanes de cine y TV a los que Cervantes les ha prestado su estampa.

Es cierto que la sencillez, en cualquiera de sus formas, suele tener buena prensa. Pero no siempre lo sencillo es bueno. Salvo que te animes a hilvanar, con buen hilo, diez simples piezas de un rompecabezas que, terminado, da ganas de enmarcarlo.

Ficha

Calificación: Muy buena

Drama Protagonistas: Nadia de Santiago y Álvaro Cervantes Creación: Nadia de Santiago Dirección: Inés Pintor y Pablo Santidrian Emisión: Diez episodios por Netflix.

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